Encontré este día tan igual a los demás. Tan lleno de pequeñeces y sin mayor futuro que el de un tropezón con la vereda. Tan hecho a la rutina de afeitarme a diario muy a mi pesar. Tan lleno de planes para pergeñar una historia que transcurra como una hilacha amarilla flotando sobre el hilo de agua que escapó de una maceta. Tan lleno del olvido que merece este mes. El próximo, me digo otra vez, será mejor.
Sentiremos quizás la caída profunda de los cristos de la moral con la ley pro-corrupción de Alan García y se erguirá en medio de la bruma color panza de burro de Lima el cristo de lo más profundo del alma plástica de nuestro mandatario.
Veremos quizás a algún ex-presidente indultado alzar vuelo hacia algún país donde el sol nace en la bandera, dejando atrás su cárcel de lujo vacía y vacías también las esperanzas del quinto de la población votante del Perú inconcebible en su antojo por lo canalla de las dictaduras solapadas.
Oiré quizás a las máquinas del gigante sudamericano acercarse por nuestro flanco más olvidado a arrancarle a las aguas de nuestros ríos su fuerza en electricidad sumergiendo las selvas en kilómetros de agua, convirtiendo al Perú en exportador neto de energía y de gente desplazada por los salarios tan cercanos a la línea de pobreza que los saca de las estadísticas de la miseria pero no los acerca a la canasta de familias decentemente alimentadas.
Leeré quizás rimeros de opiniones encontradas sobre el buen gobierno de las muchas minorías que forman nuestro país de tantas naciones y tantas sangres desperdigadas por valles y ciudades hechas a puro pulso sin inauguraciones presidenciales.
Recordaré quizás nuestro pasado de héroes de batallas perdidas y caudillos derrocados por su eterna promesa para generaciones posteriores. Podré quizás soñar con arboles de frutos endulzados con nuestro sudor de cuellos blancos y pardos. Quién sabe.