La razón principal por la que decidí intentar hace un par de semanas una jubilación anticipada por medio del sistema privado de pensiones que impera en el Perú no fue por el hecho de haber sobrepasado hace un par de años la barrera de los 50. No. Ésa era la razón secundaria. El mayor acicate fue el haber constatado en sudor propio que el contrato laboral promedio de un profesor de idiomas en el Perú trastabilló sin retorno a través de la ventana laboral abierta ex professo por el gobierno fujimorista, recorrió en picada los gobiernos en piloto automático del aprismo y el toledismo, y continúa su caída libre en la presente administración humalista.
Es ahora el estándar para un profesor firmar varios contratos laborales que le cubra un número de horas mínimo por semana, contratos con títulos tan galimatías como: "Contrato Sujeto a Modalidad para Servicio Específico" o "Contrato sujeto a Modalidad de Naturaleza Temporal"; o de enrevesado tinterillismo como: "Contrato para Personal de Apoyo" o "Contrato a Tiempo Parcial". Todos ellos redactados unilateralmente por instituciones educativas para enrolar trabajadores que se dediquen a, precisamente, educar. Al margen de que le llamen "servicio específico", "de Naturaleza Temporal" o "de apoyo", es para educar que nos contratan. Amén de la condición de trabajo "a tiempo parcial" que sólo existe en la mente picapleitos de los asesores legales de 20 por 10 que contratan institutos y escuelas, para los que la constitución de este país es un folletito con una larga Fe de Erratas, que es donde encuentran su sine qua non aunque sólo sea un error de tipeo, con callada anuencia del Ministerio de Trabajo.
Hecha la catarsis laboral, sigo compartiendo mi frustrada jubilación anticipada. Me informaron, después de esperar una buen hora y media, que mi fondo de jubilación era insuficiente para obtener una pensión de por lo menos la mitad de mis aportes. Cuando les pregunté que qué había sido de los otros 2/3 de mi fondo, que dónde estaba todo ese dinero que les confié a la fuerza y a fuerza de años de trabajo dependiente, me respondieron que los mercados financieros son impredecibles para las pérdidas. Pero me aseguraron, sin que yo preguntara, que para cuando yo volteara la curva de los 65 años seguro que mi fondo sería mucho mayor. Mejor aún, que para cuando yo traspasara los 65, me jubilaban sí o sí y con cualquier fondo, aunque sea infinitesimal, porque la ley lo exige así. Una ley para mí por fin, aleluya, pero tan a futuro que los expertos financieros de mi Fondo Previsional tienen más de 150 meses de plazo para elucubrar, y ejecutar, técnicas de reducción de fondos de jubilación legalmente aceptables mientras reciben mensualmente su buen 8 a 10% de comisión por perder o ganar. Ni en el fútbol, mi amigo. Aunque pensándolo bien ...
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