Sé que el risible trabajo del sector público forma parte del imaginario popular, por lo que nadie discutirá al respecto. Pero también sé que habrían muchas vestiduras rasgadas si anuncio que las gerencias privadas en Perú son ineficientes. No me corro, lo son. Y es que es juego de niños retrasados llevar adelante una empresa en un país que nunca ha dudado al corregir en la práctica su propia constitución, su acta de fundación, su partida de nacimiento, con tal de facilitarle la vida a las empresas que operan en su territorio. Eso sí, es imprescindible que los gobernantes de turno tengan pedacitos de sentido compromiso patriotero que mostrar y generalizar en el discurso mediático gobierno tras gobierno.
Lo ilustro: presentan un pequeño porcentaje de trabajadores en planillas (21%) para que los demás sintamos que hay leyes laborales, muestran un par de sentencias justas y ejemplares para que nos olvidemos de la metástasis de corrupción judicial, exhiben a unos pocos policías dignos para que obviemos la integral ausencia de vigilancia policial en las calles, premian a unos pocos esporádicos campeones deportivos o académicos para que sigamos cómplices del subdesarrollo de la educación, mantienen en cuidados intensivos al seguro médico social para que cargue con enfermedades caras que rechazan las clínicas privadas y nos dé la impresión de universalidad de la atención médica de calidad, publican proyectos de ley contra la corrupción-trata de personas-minería ilegal-narcotráfico-contrabando-etcétera que anuncian medidas de lucha frontal el año próximo o en regiones aisladas del país para que quienes leemos titulares aceptemos los plazos eternos que acompañan a la sospechosa inacción.
Toda esa pantomima existe en el inmenso escenario del territorio peruano, donde las máscaras carnavalescas nunca se dejan de usar pues el público-actor prefiere danzar una macabra fantasía de vacío regocijo para no tener que iniciar el recorrido del siempre difícil camino que lleva a la identidad de patria, de cara al viento y la lluvia purificadores de embustes, pues la verdad no es cuestión de mayorías. El día que los peruanos de todas sus regiones e idiomas emprendamos esa travesía, empezaremos a responder, sin los autoengaños de siempre, ¿qué significa ser peruano?