27 abril 2014

Lo que Dios creó, quién es San Pedro para juzgarlo.

     Me duele el ombligo y me friega el día porque es un dolor que se va hacia los órganos blandos que existen imperturbables bajo el armazón de huesos que los protegen, olvidados por mi consciente e inconsciente hasta que algo molesta por la periferia. Se me ocurrió pensar cómo podría sentir este dolor de ombligo una mujer, que dicen resiste mejor las intemperancias fisiológicas, pero nunca lo sabré pues no soy mujer ni nunca quise serlo. Tengo, sí, algo de curiosidad por enterarme cómo sentiría mi dolor una mujer en sus injundias, tal como también quisiera saber lo que siente un escarabajo azul al volar. ¿Sienten la misma curiosidad otros hombres? no lo sé, ni me importa. Al fin y al cabo, todos somos un mundo aparte y nuestras diferencias son las que precisamente enriquecen a la raza humana.

     Sin embargo, si le damos una mirada rápida a la fauna masculina, encontraremos una especie de machos de testosterona cabalgante que no le importa un comino saber cómo pueda sentir cualquier dolor corporal un ser cualquiera, aparte de la urgencia sexual. Para esta especie de hombre, el asunto es simple y exento de dudas existenciales. Pero también hay una especie de hombre que siente resquemor punzante cuando se le da por saber lo que siente una mujer, macho de testosterona vitaminizada que le tiene miedo visceral a lo desconocido del otro lado de las gónadas y que lo lleva a rechazar hasta a sus intentos inconscientes de curiosear, pues le podrían causar una reacción en cadena que terminaría en pánico. Pánico, terror a la imagen de verse a sí mismos diferentes, de verse a sí mismos asumiendo otro género sexual. Tranquilo macho, no pasa nada. En la mayoría de los casos, sería anti-natural forzar a un hombre a actuar como una mujer si nunca tuvo sensibilidad femenina ni cuando jugaba a mamá y papá con sus amiguitas y primitas. Mientras que, en la minoría de los casos, sería lo más natural del mundo que un hombre entienda cómo siente una mujer porque le nace de las tripas como parte de su respiración; gay u homosexual, ni lo condeno ni lo envidio. Lo que Dios creó, quién es San Pedro para juzgarlo.

     Hay un penúltimo tipo de hombre que ya logró acallar, cree él definitivamente, los ruidos del pánico a ser otro y que se dedica, cree él divinamente, a predicar en contra de seres humanos que todavía le causan miedo, aún cuando sabe que todos fueron creados, sabe él religiosamente, a imagen y semejanza del mismo Dios que creó a todos. Su ilusa misión de auto-elegido lo lleva a forzar sus prédicas con burdas abstracciones bizantinas e interpretaciones libres que ni él mismo se las traga; igual de torpes a las razones que esgrimió la santa inquisición cuando condenó por herejía a Galileo Galilei por afirmar que la tierra giraba físicamente. A pesar de los esfuerzos de esta sub-especie de macho humano, la tierra gira alrededor del sol y todos los hombres son iguales ante Dios.

     El último tipo de hombre se mezcla en la multitud de las ovejas sordas, ciegas y mudas ─ser eco de otros no te hace hablante─ que siguen ideas sin contrastarlas con la realidad que los circunda. Esta especie confunde lo que aceptó sin crítica alguna como respetable tradición con pensamiento crítico, ironías de la vida. Felizmente, lo que piense esta gregaria especie, gran mayoría en sociedades atrasadas, no es relevante en el tema de los derechos humanos, pues todos somos iguales ante la ley, sin importar lo que opine la mayoría o el chino de la esquina. Los derechos nacen con cada uno y quién es una oveja para negárselos a nadie.
   
     Ahora que mi país se debate en un debate ─remedo de los diálogos entre el Salviati y el Simplicio de Galileo─ sobre los derechos de los homosexuales a formar familias de igual género, la Unión Civil, me da una intensa curiosidad por saber si nuestra sociedad está dominada por ovejas que impondrán miedos contagiados a rajatabla, barriendo la esencia de la democracia que todos hemos elegido, o si se impondrá la cordura y los valores de igualdad de las minorías. Me rehúso a pensar que mis connacionales vean a los derechos humanos por debajo de los apetitos y temores de unos pocos equivocados con caja de resonancia en el rebaño más grande.

17 abril 2014

Los errores que cometí

     Cometí muchos errores, de toda laya, errores que cambiaron mi vida algunos, y errores que sólo me obligaron a sacudirme el polvo de los pantalones otros. Se me antoja clasificar en la categoría de otros a mi error de inversión en la estafa FOREX de la que fui víctima y que estuvo de moda en el Perú por un par de años y que, al parecer, ya viene reculando del variopinto mercado peruano del dinero fácil. Como las cosas siempre empiezan por el principio, admito que la regué de arranque con ese asunto de FOREX y les cuento cómo llegué a decidir meter la pata en ese hueco que debí adivinar tan profundo como el más viejo de los desagües del centro de la ciudad.

     Uno: confié en la palabra de una persona a la que ya conocía por algunos años y que sabía, por terceros cercanos y ella misma, que llevaba décadas pulseando la bolsa de valores con un saldo altamente positivo. Confié ─me explico, sin justificarme─ sin saber que existían bonos de captación de incautos que podrían llegar a ser ─coincidencias de la vida─ autos y que esta persona consideraría traición a cualquier intento de búsqueda de estafadores escondidos tras arbustos de reputación sintética. Lección 1: nunca confíes en alguien que te pinta el negocio del siglo, que te ofrece tasas de retorno de arriba de 10% mensual, que te engatusa con la independencia financiera inmediata. Así hayas conocido a esta persona en la sala donde te parieron, no confíes, pues dejará de ser amiga tuya una vez que el negocio termine abruptamente en bolsillos ajenos.

     Dos: creí en las referencias positivas de un encumbrado técnico en temas de alta cocina corporativa, socio y jefe de la filial peruana de una de las más grandes consultoras mundiales, adalid de la natural honestidad del empresariado peruano, atildado defensor de la autoregulación de los que se resisten a ser supervisados por la ley. El acto de deslizar la investidura de agente financiero probo y ejecutivo al individuo que realizó la estafa que me esquilmó le dio a la cuenta de inversión la seguridad necesaria que me llevó ─y sigo explicándome, no justificándome─ a ceder a la tentación de obtener un ingreso seguro por mi inversión. Tampoco sabía que este mismo consultor encumbrado poseía dos cuentas en la fatídica operación FOREX, que representaba en el país a una consultora condenada en los tribunales norteamericanos por mala práctica, que poseía un MBA de viajero frecuente, que al primer indicio de reclamo amenazaba veladamente con enviar oficiales corruptos a visitar a familias inocentes. Lección 2: Jamás tomes como referencia positiva el rumor selectivo de apoyo de personajes de las cúspides económico-financieras, de los que fabrican imágenes de probidad a toda prueba en un mundo donde el que no cae resbala, de los que esperan tu genuflexión de adorador del dinero sin importar su procedencia.

     Tres: deposité mi confianza y esperanza en las habilidades de un individuo repetidamente ponderado por sus asociados, que blandía su experiencia en inversiones en un conocido banco peruano y que operaba desde una oficina equipada con lo último de la tecnología, aduciendo sacrificar sus horas de sueño para sacarle el jugo a la actividad europea y asiática. Todo ello sin saber que la oficina y equipos eran alquilados por horas, que el agente no tenía certificación financiera ni de los Boy Scouts de su barrio, que el individuo no tenía registro académico en universidades peruanas, que él y su hermano eran directores de empresas sin capital en busca de hacerse de maquinaria chancadora de piedra en la selva, que su nombre no registraba ni casa ni vehículo alguno, que había falsificado firmas usando una empresa extranjera de registros virtuales, que manejaba una pirámide que cerró con el cuento de las pérdidas intempestivas mientras engordaba otra cuenta replicando en forma inversa sus pérdidas intencionadas. Lección 3: no pongas tus huevos en la canasta de un tipo de reputación anónima aunque lo recomiende una legión de Arcángeles.

     Ahora el mea culpa. Caí redondo como un ingenuo, sin siquiera molestarme en confirmar la información que me ofrecieron, sin indagar en busca de la verdadera identidad de los actores de esta estafa. Ahora es cada vez más sobrecogedor el ir conociendo detalles de la vida de quienes no tuvieron empacho en participar en este montaje que se adueñó del dinero de gente que confió en ellos, de la dimensión que tiene el término "delincuente de cuello blanco". Para mucha de la gente que estafaron, y siguen estafando, el asunto queda en su experiencia personal, en su aprendizaje de vida. Para mi, en cambio, la historia no termina con el robo consumado, pues es cuestión de decencia y honestidad. Y más importante que el valor del dinero, es que el poncho, no señor, a mí nadie me pisa el poncho.

05 abril 2014

Escéptico.

     Vivo en el número 15 de la calle Abril en un suburbio limeño que nació pequeño burgués y con gran ánimo para ir tirando abajo lo pequeño de su condición. Pero éso fue cuando nació. Vivo en un suburbio en que ahora lo pequeño le hace sombra a lo burgués. Admito que aún los habitantes del suburbio hecho de madera y piedra barnizan sus puertas y cuidan sus jardines, florecidos todo el año. La rendición a medias, el aflojar en la carrera al envidiable progreso, se puede ver en el club comunal cerrado a doble candado y triple herrumbre, en la piscina cubierta de grafiti polvoso, en los parques resecos, en los pocos árboles raquíticos que sobreviven de la neblina mañanera, en los baches sobre el pavimento de la cuesta de ingreso, en la mirada de los que suben y bajan en nuestra interminable rutina de la gran ciudad.

     Trabajo en una ciudad tan típica como cualquier otra urbe que supere los diez millones de gentes, cada una con su propio mundo, muchas veces propalado a los cuatro vientos para cualquiera que se tome la molestia de sacarlo de la común frecuencia de ruido ignorado. Muchos de ellos necesitan que los escuches a ver si les compras las chucherías, tangibles o no, que necesitan vender. En fin, una ciudad en que la paz relativa y precaria hace tiempo se mudó a lo más alejado, poniendo de por medio aburridas carreteras y más muchedumbres vociferantes, ya sabes, propalando sus mundos y vendiendo chucherías. Y aún no dejo la calle. Trabajo en un par de institutos -soy profesor, tiene que ser de un par para arriba- donde el ruido externo cede al zumbido de tus propios engranajes discordantes y cadenas ululantes de saberte una pieza más para crear productos que se pierden de tu vista.

     Veo, escucho y leo noticias de un mundo que todos sabemos siempre ha sido como el registro de momentos históricos de nuestra humana crueldad; el color rosa lo ponemos nosotros para no cargarnos por un precipicio, un puente, una carretera central, una bañera, un pastillero, una bala embocada. El mismo mundo que siempre acogió paradojas incoherentes, como supuestos políticos desinteresados, militares estadistas, contadores probos, abogados legítimos, autoridades a nuestro servicio, religiones frugales, gobiernos honestos, leyes justicieras, humanidad jodida pero contenta. ¿A dónde quiero llegar? pues a proclamar mi escepticismo. Ahí está, lo dije, doctrinaria y visceralmente escéptico.

     Mi escepticismo, como simple arma de autodefensa, nace de las entrañas donde vivo, trabajo y activo mis sentidos. No el escepticismo corporativo donde lo que no tiene valor monetario es basura. No el escepticismo fanático-religioso donde mi dios es el único verdadero y los demás son ídolos. No el escepticismo político-económico donde mis ideas son las únicas viables y las demás son sectarias y terroristas. No. Hablo del escepticismo de piensa mal y estarás en lo cierto, de éste cree que soy huevón, de a mí nadie me pisa el poncho, de qué querrás que estás tan buenito, de dónde está el truco del negocito, de lo que cada uno de nosotros piensa en secreto cada vez que interactúa con otro ser hecho a imagen y semejanza de nuestro propio dios.

     Lo acepto y lo proclamo, salgo del estado de negación y busco asistir a algún grupo de ayuda en pos de redención. Me llamo Juanjo y soy escéptico. Lástima que aún no puedo encontrar un grupo al que no se le note la obvia intención de convertirte en un borrego descerebrado. Algún día les daré la dirección, si es que lo encuentro.

01 abril 2014

¿Liberar a los delfines?

Eufóricos activistas de la ONG limeña ORCA (Organization for Research and Conservation of Aquatic animals) reclaman por las condiciones en que son mantenidos en cautiverio los que alguna vez colaboraron con el éxito empresarial del Hotel Los Delfines, también de Lima. Los delfines Yaku y Wayra ya no ofrecen sus piruetas para el solaz de los visitantes del encopetado hotel, quiero pensar que los delfines también se jubilan, al menos los cautivos. De regreso con los activistas, incluyen ellos en su reclamo el cambio de la Ley 26585 que permite el cautiverio de animales. No les quito razón, por el contrario, los apoyo; todo animal debe vivir en su habitat natural, por lo que los seres humanos -y los hoteles elegantes- deberíamos darnos por satisfechos con nuestra convivencia con especies que se han multiplicado gracias a nuestro ecosistema urbano, dígase perros, gatos, ratas, palomas, cucarachas, hormigas y demás.

Pues bien, todos de acuerdo: Free Yaku and Wayra! (para no desentonar con el nombre en inglés de la peruana ONG que apoyamos), pero ¿liberarlos dónde? si la respuesta es en la costa de Lima, lo que sería lógico por razones económicas y logísticas, es evidente que los liberados migrarían a zonas de más grata temperatura, lo que significa que viajarían hacia el norte. Es claro que para los delfines el asunto del petróleo y la constante exploración por más bolsones de oro negro les tiene sin cuidado, sencillamente no existe en sus cerebros (que dicen son superiores a los de los monos más aplicados y humanos más rezagados). Y es probable que para nosotros los humanos de mediano entendimiento la exploración petrolera tiene una burbujita de nuestro conocimiento. La pregunta es ¿sabemos cómo lo hacen? en ese terreno, la gran mayoría de antropomorfos están en el mismo terreno que los cetáceos.

Muy fácil, se emiten potentes sonidos para registrar el comportamiento de las ondas de esos sonidos buscando señales de densidades diferentes a la roca pues es muy probable que en ese bolsón de diferente densidad haya petróleo. Con ese truco inventado por geólogos de hace tres o cuatro generaciones, se ahorra un chorro de dinero por excavaciones infructuosas a ciegas. Esas ondas solían producirse mediante explosiones que simulaban pequeños sismos, de allí su nombre de exploración sísmica. Hoy en día ya no usan dinamita pues la rusticidad quedó en el pasado gracias al desarrollo de la tecnología exploratoria con ondas de aire comprimido, dicen.

Sin embargo, hasta ahora nadie ha podido ─o querido─ explicar las súbitas y masivas muertes de cetáceos, peces y aves frente a la costa norte peruana en cortos períodos de tiempo. Sucedió en el 2012, más de 800 delfines muertos en un mes, y nuevamente en enero del 2014, alrededor de 400 cadáveres más. La ONG ORCA indagó en el 2012, tal como dizque lo hizo la oficina gubernamental correspondiente y todo quedo en suposiciones y envío de muestras a laboratorios misteriosos, respuesta cero. Naturalmente, el 2014 se repite todo el numerito para la platea, con las mismas suposiciones y envío de muestras. Nadie se atrevió, se atreve o atreverá a tratar de quizás intentar hablar de la posibilidad de que las famosas exploraciones sísmicas que se hacen en el mar norteño del Perú tengan que ver con la matanza indiscriminada de delfines, peces y pelícanos de la zona (aunque las líneas sísmicas tiñan de rojo el mapa de exploraciones reportado por una petrolera en Perú: http://www.perupetro.com.pe/wps/wcm/connect/eea63c70-167c-4abf-ad67-6a2f51bd7d5f/ONO_Seismic_Lines.pdf?MOD=AJPERES) .

Como si fuera poco, hay que agregar ─con pena y rabia─ que los piuranos, dicen ellos los más norteños del norte del Perú, tienen gran afición por la carne de delfín. Entonces el asunto pinta muy feo para los delfines por estos lares del Océano Pacífico. Por una o por otra, ¡ni loco libero a Yaku y Wayra!