Sucedió en el Perú: transportistas públicos de Lima se declaran en huelga exigiendo la cancelación de multas acumuladas por casi todos los minibuses y microbuses. La policía aplica multas sin escuchar al infractor, aducen. Brutalidad policial. También sucedió en el Perú: Confederación Nacional de Instituciones Privadas (Confiep) se reune de urgencia con el primer ministro para exigir se deje de multar a empresas inspeccionadas por reguladores estatales. Los inspectores aplican multas sin escuchar al infractor, reclaman. Brutalidad gubernamental. (Ver noticia en diario de alcance nacional)
Por un lado, la otrora poderosa Federación de Choferes del Perú se ha dividido en varias mini-federaciones y asociaciones, perdiendo así su convocatoria y peso político, para algún beneplácito del peatón que debe soportar a diario una de las más alucinantes pesadillas de transporte del mundo. Por el otro lado, la Confiep es todopoderosa en la política peruana, aupando en su seno a casi la totalidad de los gremios empresariales privados del país. Es vocero de importadores, exportadores, banqueros, auditores, constructores, avicultores, agricultores, agentes de bolsa, comerciantes, mineros, petroleros y demás corporativos. Clama estentórea y amenazante por el derecho de todos los empresarios a hacer lo que les venga al coleto en lo laboral, fiscal, bancario y concesionario. Nuestras multas, anuncian, las pagarán los consumidores; clara confirmación de uno de sus lemas: "Primero (que se joda) el Perú".
Que las autoridades cancelen las multas de tránsito lo dudo mucho, aunque les piquen los dedos para firmar una resolución de ese tipo. Mis dudas se disipan cuando se trata de darle gusto a los arrogantes líderes empresariales, pues es muy probable que les jalen la alfombra a las reguladoras. Tendremos, entonces, simples rebaños de burócratas atados de pies y manos, observadores de los atropellos empresariales so pretexto del progreso. Seguiremos, entonces, siendo un país del cuarto mundo en lo laboral y ecológico; continuaremos siendo muy atractivos para las inversiones porque nada sería ilegal o sujeto a multa; prolongaremos la inmensa brecha entre la alta paridad internacional de precios y la baja capacidad adquisitiva de los ciudadanos no empresarios; insistiremos en la trampa de cada-peruano-un-emprendedor para disfrazar el monstruoso desempleo; y persistiremos en las corales bienaventuranzas al mercado como auto regulador ─el gato despensero─.