23 julio 2014

Coqueterías de la economía con la ecología

Conversé, bajo el cobijo de una pizza vespertina, con un amigo al que no llegué a tener en mi bando en las batallas con resorteras de toda sana niñez del pueblo donde crecí. Nos unió para esa conversación un paisano en común, un amigo de carpetas escolares y combates épicos con motas rebosantes de tiza obtenida de la pizarra de turno, algo que no faltaba en ese entonces a la pubertad colegial que rebosaba felicidad.
     La conversación transcurrió por caminos filosóficos no muy transitados en las esquinas y también cruzó vados de ríos que alguna vez tuvieron aguas cristalinas. Hablamos de convicciones y creencias, de credos y conjeturas, de prestigios e insumisiones; hablamos de sueños interrumpidos por la dura realidad casi siempre corrupta, de caminos truncados por la bestialidad de seres cada vez más humanoides, de los espacios que le queda a la tan pasada de moda honestidad. Hablamos finalmente de la economía, tema que unió nuestras lecturas en universidades, y la anexamos al medio ambiente. Más concreta la conversación imposible, me dije hasta después de despedirnos deseándonos lo mejor en nuestras vidas de maestros.
    Bueno, cambié de opinión después de encontrar literatura con buena reputación en la red virtual, y pude comprobar que la economía ya se había matrimoneado con un encopetado señor, ambientalista académico él, a quien ayuda ella, aburrida a rabiar, en los cálculos de costos ambientales de un derrame petrolero en mar abierto y de la respiración del menos estudiado insecto de la cadena alimenticia, pasando por cuantificar a la multicolor mierda química que botan al desagüe las fábricas que financian sus sondeos y factorías de fórmulas matemáticas. Pero, ni tonta ni perezosa, la economía también se echó para el diario a un amante viajero y fanático de paisajes imponentes, activista ecológico él, con quien revuelca sus más íntimas erudiciones salpicadas de investigaciones biológicas y tectónicas en prados de verde belleza. Ésa vida de la ciencia económica hecha de planos paralelos me llevó a tratar de resumir, disfrazado de hombre serio y leído, lo que, hasta ahora entiendo por Economía Ambiental y Economía Ecológica. El intento fue enviado al amigo de líneas arriba mediante un correo que les resumo:
     (...) Mi estudio autodidacta de economía ambiental me ha llevado por múltiples ramificaciones y opiniones formalizadas de pensadores y economistas de toda laya; de todas ellas, hasta ahora, se destacan, ya sea por resonancia viral como por cobijo de los medios que tradicionalmente forman opinión pública, las posiciones de: (1) cuantificación de los recursos naturales para que los productores de bienes internalicen las externalidades negativas provenientes de contaminación ambiental (ya sea vía impuestos y regulaciones o vía negociación privada-legal) o (2) mantenimiento de un nivel constante de producción que fije la explotación de recursos en un límite máximo, con la esperanza de alcanzar el punto de equilibrio entre la contaminación y la capacidad de absorción del medio ambiente. La primera posición correspondería más a la economía ambiental y la segunda a la economía ecológica, aunque se entrecrucen en sus intentos por explicar y solucionar los problemas comunes con que trabajan. La primera utiliza exhaustivamente las herramientas matemáticas y estadísticas de la economía neoclásica, mientras la segunda busca formalizar económicamente los números y procedimientos de las ciencias naturales. La primera adquiere a veces el típico tinte gris de los intereses disfrazados de las corporaciones que, como sabes, son entes económicos más grandes que muchos países combinados; la segunda camina por una senda paralela al activismo ambientalista que también disfraza intereses muchas veces políticos de anti-sistema. Debo admitir que mi preferencia se aleja de la cuantificación de recursos en tanto que ésta sirva para justificar la tendencia de distribución de ingresos cada vez más piramidal, y veo más útil la cuantificación de recursos al usarla para políticas de regulación. Tampoco me anima apoyar a un activismo que pueda camuflar políticos corruptos necesitados del barniz de probidad y justicia social para servirse del estado (...).
Un fuerte abrazo.

El próximo rey de nuestra colina

     ‘El rey reina pero no gobierna’ es un precepto básico de las monárquicas parlamentarias europeas, y España no escapa a ello.  Para gobernar está el presidente elegido por el parlamento votado en urnas, quien responde no sólo a la abstracta idea de pueblo votante sino también al parlamento y al propio rey, que la realeza se iría junto con el país si es que éste se va por el caño. Todos, incluyendo al presidente de turno, saben que se puede mandar a rodar al monarca en cuanto éste se le dé por meter las narices en cuestiones de estado, pero nadie lo haría por protocolo y por evitar el espectáculo en los medios de comunicación, al menos que la cosa pública tenga sus escondiditos en peligro de ser hallados. Este elemento de control indirecto, casi etéreo, del poder ejecutivo ejercido ahora en España por un hombre de mediana edad dizque preparado para esos avatares muy diplomáticos internos y externos y que, aún esperemos, esté sintiendo la perentoria necesidad de disipar la gruesa sombra que oscurece la reputación de su familia. El asunto legal que ocupa a su familia va por el lado del peor de los delitos modernos: el blanqueo de capitales; el peor de los delitos porque es el que genera dinero real en los bolsillos de los criminales que ejercen industrosamente todas las actividades delincuenciales conocidas y por conocer.
   
     Para seguir el hilo, en el Perú nunca llegamos a tener rey propio -empresa trunca de José de San Martín- como sí lo hizo el Brasil inicial con su peninsular don Pedro. Sin embargo, nuestro eterno péndulo político y su inmensa carga de corrupción no se quedan atrás. Damos bombos y platillos, sin meterlo en una celda que merece con creces, al ya dos veces proclamado presidente, pomposo charro de opereta, asiduo cantor del “pero sigo siendo el rey” donde haya mariachi que lo aguante. Mantenemos en la prisión, que también la merece, a un remedo de emperador de dos períodos presidenciales, negado para la danza y con cuyos hijos quiere iniciar una dinastía financiada por lingotes de oro secuestrados de la misma bóveda nacional. Tenemos a otro que se reclama descendiente de una princesa Inca y que quiere repetir el plato presidencial junto a su esposa de cinco nacionalidades. Y, ex-presidentes aparte, se hace la piel de gallina el sólo pensar que en la lista de aspirantes figure algún conspicuo miembro de la élite financiera internacional que tantos desbarajustes vienen causando con abultados resultados a favor de sus propias alforjas, peor si utiliza la misma mascota marketera del banco peruano líder.

     Todos ellos calientan máquinas para competir en las elecciones generales del próximo año, una competencia que promete mucha sazón pero poca alternativa para el votante peruano sesudo y consciente de que se juegan futuros generacionales. Más que optimismo, abrigo la esperanza de que aparezca algún gallo de tapada que no muestre tanta pluma cochina, quemada o ensangrentada. Aún espero que los peruanos no tengamos que elegir entre sólo urdangarines bañados de falsa nobleza y dinero fácil.