Hoy es la víspera de ese mañana al que hemos estado esperando sin ansia desde que nos enteramos de que un supuesto par de extremos del pensamiento se disputarían la segunda vuelta electoral peruana. Hoy es el día previo al domingo en el que decidiremos qué alternativa asumimos que nos conviene como población, como nación, como república. Y, ahora o nunca, nos toca reflexionar honestamente sobre el significado de lo que se nos obliga a hacer: ¿Votar por una forma de gobierno y de vida? ¿Elegir entre persona buena o persona mala? ¿O decidir cuál de los miedos que nos ofrecen preferimos?.
Imagen: lapatilla.com |
El primero de esos miedos —temores, pánicos— es el que sentimos latir si optáramos por salir a conquistar los espacios abiertos de nuestra nación, los mismos que están vedados por la orden paternal de medrar en el lado anónimo de la vida que nos ha asignado la tradición, el modelo, que algunos urgen preservar. Ese mismo miedo que se instala en toda mujer desde niña a desobedecer los mandatos de conservación del hogar ancestral, porque su lugar en la vida debe estar en un plano inferior al de los que tomaron el poder familiar sin permiso. Y es que, para el patriarcado, el haber avisado una guerra contra la mujer que se libera de sus roles parece ser exculpación suficiente para ejercer violencia hasta matices sanguinarios. Recuerda, entonces, mañana al votar que hay una guerra prometida contra las desavenidas personas que opten por el cambio, por la recuperación de lo que es nuestro, por causar terror a los que viven en nuestro propio statu quo ante la posible pérdida de privilegios u odiosas diferencias.
El segundo de esos miedos —temores, pánicos— es el que impulsa desde hace tanto a las mujeres a seguir parapetadas en la misma casa donde las destinaron a vivir desde antes de nacer, a continuar sirviendo a las órdenes impartidas por los mayores que adolecían de machismo heredado. Es ese mismo miedo el que sentimos si decidiéramos expulsar de nuestros hogares a las imposiciones ancestrales y políticamente correctas del pensamiento antiguo testamentario. No importa tu condición social, tu género, tu percepción del mundo, tu gana o desgana de experimentar el mundo exterior: lo que les importa a tus captores ideológicos conservadores es que cumplas sumisamente el papel que te asignaron en el más oscuro rincón de esa sombra protectora que te da la falsa sensación de envejecer feliz, de morir bajo los cuidados de tus más negadas libertades, de esas mismas libertades que diste voluntariamente en sacrificio al altar del hogar imaginado en interminables páginas de fábulas.
Chaclacayo, junio del 2021
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