El presidente Pedro Castillo Terrones anuncia el cierre «temporal» del Congreso de la República y se convierte en dictador, al más puro estilo del presidente Alberto Fujimori de 1992. El congreso inicia sesión luego del decreto golpista (tomándose su tiempo para que sus inquilinos hagan «imprescindibles» declaraciones a la prensa) con una moción de urgencia de la Mesa Directiva que declara la vacancia del presidente. Así las cosas, tenemos un Ejecutivo que considera al Congreso cerrado y un Congreso que considera cambiar al presidente.
Hay una sola conclusión: quien tenga a las Fuerzas Armadas de su lado saldrá ganador de esta contienda final de la presente crisis política (iniciada, por lo menos desde las elecciones del 2020). Si el presidente cierra físicamente el Congreso, iniciamos otra dictadura, dizque con prontas elecciones. Si el Congreso nombra nuevo(a) presidente, y logra colocarlo(a) en el sillón presidencial, seguimos con el mismo tipo de gobierno de democracia indirecta.
La segunda alternativa es la constitucional, por ende la que debemos apoyar, no sólo porque la crisis se soluciona más pronto sino también porque no sabemos qué otras sorpresas nos sacaría de la manga el nuevo dictador. Sólo quedaría la duda: si el Congreso cumple con el relevo presidencial ajustado a la constitución, esperemos que después ellos mismos no vaya también por la cabeza de Dina Boluarte. De no haber otra cacería «ideológica» sí estaríamos viendo la conclusión de la crisis política que nos tiene hartos a la gran mayoría de peruanos.
A los ciudadanos sin cargo electoral sólo nos queda esperar tranquilos, a ver quién gana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario