Absténganse, amigos y conocidos míos, se lo suplico, de enviarme artículos, columnas, o libelos de ninguna autoría que no sea la de ustedes mismos. Ustedes tienen los mismos miedos, las mismas inquietudes y las mismas interrogantes que yo. Ustedes sufren los mismos problemas diarios y comparten el mismo futuro que yo. Entre nosotros sí podemos, y debemos, conversar y discutir sobre lo que puede ser mejor o peor para nosotros. No necesitamos a ningún sabelotodo a sueldo para decirnos qué pensar y menos para urgirnos qué hacer. Nos bastamos nosotros, mis queridos amigos y conocidos.
La caja de resonancia de los mensajes de periodistas y políticos se ha ampliado ahora con la colaboración gratuita de muchos usuarios de correos electrónicos. El ventilador que antes usaban para llenar de lodo a quienquiera les fuera incómodo tiene ahora nuevas dimensiones ¡sin que tengan un sólo centavo de costo adicional!