"¡Bajad el aliento, y si el antebrazo baja, si las férulas suenan, si es la noche, si el cielo cabe en dos limbos terrestres, si hay ruido en el sonido de las puertas, si tardo, si no veis a nadie, si os asustan los lápices sin punta, si la madre España cae -digo, es un decir- salid, niños del mundo; id a buscarla!"
España cae y la indiferencia de Hispano América es casi unánime. España lucha por su, hasta hace poco, indiscutido esplendor. España se debate en los impersonales juegos de las finanzas y política internacionales. España sale a tomar las calles pacíficamente para pedir le aparten el cáliz de la deuda adquirida a sus espaldas. España clama por el cambio a un estado más social, más humano, más español. España no necesita de Latinoamérica en su tierra pero le debemos, al menos, el ir a buscarla, saber de sus avatares, mirar en su espejo para aprender a caminar de noche, y saber cómo sacarle punta a este lápiz romo que nos han entregado los políticos peruanos para los años que nos caen encima.
El extracto de César Vallejo, el poeta liberteño que vivió la guerra civil española en propia piel, sirve para cometer la herejía de llamar la atención de los peruanos acerca de la encrucijada en que nos encontramos. Y es que muchos de mis connacionales al parecer no atisban el precipicio por cuyo borde caminamos sin preocuparnos ni del viento. Aunque lo tomemos a la ligera y confiemos en el sambenito de la demanda interna, necesitamos el ingreso constante de capitales externos para mantener el crecimiento económico que venimos experimentando, esos mismos capitales que saldrían del país en un abrir y cerrar de ojos si sus condiciones no se acataran. Aunque optemos por la filosofía de los tres monos sabios, nuestras exportaciones son mayoritariamente de productos primarios de origen minero, cuyos precios internacionales ya tambalean ahora que la maquinaria china se desacelera sin que podamos hacer nada más que cruzar los dedos.
Aunque nos auto denominemos ciudadanos de la globalización mundial, y en ésto sí podemos actuar, nos hacemos los distraídos cuando de enterarse de lo que pasa en el mundo se trata. La encrucijada es seria y no he renunciado a mostrarles los fundamentos de mis temores, sino que la información está ahora tan disponible para quien quiera verla en estos tiempos de tecnología al galope. Resultará sencillo enterarse directamente a través de quienes aún viven la crisis de los Lehmann Brothers en España; donde todavía hay ruido en el sonido de sus puertas, donde aún el cielo cabe en dos limbos de terrestre ambición.