19 octubre 2013

Optimismo pesimista a la peruana.

Tengo casi la edad que tenía mi padre cuando nací. Para ese entonces ya mi país se había jodido varias veces. Como buen hijo de mis tiempos, teñí mis recuerdos de los mil tonos de verde de mi sierra peruana y del interminable gris con que la angustia de la crisis económica cubrió de pandemia los bolsillos de mi generación. Enfrentar puertas cerradas y sortear obstáculos fue el pan nuestro de cada día, pero no nos quejamos, fuimos optimistas a rajatabla con casi ningún motivo.

El progreso nos asaltó sin anunciarse cuando muchos de nosotros estábamos cubriéndonos de lluvias bajo tejas de arcilla ajena, añorando puestas de sol al otro lado de los hombros, extrañando rostros y paisajes en nuestro idioma. Y le dimos la bienvenida. Pero ya el orificio más alejado de nuestras correas estaba demasiado marcado para olvidar que la vida no es un cuento de hadas. El crecimiento económico se instaló en las arcas de nuestros bancos y nuestros gobiernos no dudaron al desmantelar las aduanas ni nuestras corporaciones pensaron dos veces antes de vender sus máquinas y llenar sus almacenes de importaciones. El superávit comercial, aunque fuera tres cuartas partes minero, nos favorecía año tras año, bendita la industrialización china.

Los chinos sacaron el pie del acelerador y el Perú aún está embalado en su paroxismo a crédito, en su arrancharse mutuamente departamentos y condominios, en sus compulsiones a rienda suelta en los pasillos de centros comerciales. Nuestros ministros y expertos del asunto dinero, proféticamente circunspectos y con Mona Lisa en los labios, nos dijeron que con la demanda interna basta. Y nosotros seguimos. Mi optimismo a rajatabla de generación X empezó a escuchar a su alter-ego del otro lado de la confianza al hojear los diarios de negocios: que bajarán las cuotas iniciales para casas nuevas, que el crédito a menores de 25 se incrementa como nunca antes, que las empresas comerciales centralizadas se extienden a provincias, que la exportación de servicios mejora. La verdad es que tanta cosa buena me empieza a dar mala espina. ¿O quieren que analicemos juntos el fondo filosófico-financiero de cada una de aquellas noticias? Entonces avísenme por correo virtual y, mientras, vayan dándole una repasadita a lo que le pasó a España cuando su fiebre estaba en lo más alto, el espejo donde debemos mirarnos los latinoamericanos hoy (el vídeo de Aleix Saló incrustado en este artículo podría ayudar en algo).

13 octubre 2013

El Alto Comisionado en Asuntos de Formalización de la Minería e Interdicción del Perú

Sin pelos en la lengua, ni en la conciencia, es más que válido decir que quien realiza una actividad económica sin autorización ni pagar impuestos está violando las leyes que sostienen al sistema en que vivimos todos, hasta los coreanos del norte. O sea: los mineros informales violan las leyes, ergo, son delincuentes. Por tanto, no existe diferencia entre ellos y los mineros ilegales. ¿Mineros artesanales? ésa categoría se aplica a quienes se meten a los ríos hasta la cintura con su colador para cernir la tierra y, con suerte, encontrar una que otra pepita de oro, individuos que hace siglos dejaron de existir sobre la faz de toda la tierra. Los mineros que quieren ser una alternativa a la gran minería tecnificada en el Perú, son ilegales o informales y usan explosivos, cianuro y mercurio a discreción y sin control. Peor aún, lo seguirán haciendo con apoyo del estado peruano.

Entre otras cosas, el diario El Peruano, el más oficial de todos los diarios del Perú citó frases oficiosas del Alto Comisionado en Asuntos de Formalización de la Minería e Interdicción, Daniel Urresti:
"... Urresti anunció que se preparan decretos supremos, que estarán listos en uno o dos meses, para especificar la cuota de ingreso de combustible a Madre de Dios, establecer el número de grifos necesarios y un registro de usuarios de mercurio."

Vamos por partes, (1) sólo se refiere al departamento selvático de Madre de Dios, lo que lo convierte en un Alto Comisionado en Extinción de Incendios Causados por los Mineros Ilegales (en cristiano: bombero gubernamental), (2) pretende ejercer control sobre la compra-venta de mercadería, lo que es anti-constitucional en el Perú, por lo que será muy fácil para quienes están explotando ese "nicho del mercado" tirar abajo sus prometidos decretos supremos de fijación de cuotas de combustibles por región, y (3) el mercurio es altamente peligroso en manos de cualquier persona sin alta capacitación, sino pregúntenle a la gente de Choropampa en Cajamarca, donde hubo, el año 2000, un derrame accidental de 151 kg. de mercurio transportado por Minera Yanacocha, empresa con más alta reputación técnica que el alto comisionado minero de marras.

Entre los empresarios sedientos de reconocimiento, que abundan en el huachafo medio limeño y cuyas fotos aparecen en las páginas de "sociedad" en revistas del medio, el rutilante nombre del puesto del Ing. Daniel Urresti causa envidia a gritos, pero en el título queda la cosa. Y es que dicho caballero retirado del ejército ostentaba un anonimato evidente en cualquier campo de las actividades profesionales en el Perú, siendo sólo algo conocido por su retahíla de ascensos en la oficialidad egresada de la Escuela de Oficiales de Chorrillos ... hasta su incorporación al staff de asesores gubernamentales del Presidente Humala casi al día siguiente de su pase a retiro del ejército peruano y su posterior alto encargo presidencial. ¿Más datos? no, ya deben ser suficientes para tomarse una fotito con él para la sección Circo Beat de la Revista Somos, a ver si se logra un instante con su touch de gloria.

Dicho alto comisionado ha liderado exitósamente la participación gubernamental en la solución de la huelga de mineros informales (ahora se le llama huelga a los bloqueos de carreteras a lo largo de este país). No tuvo mejor idea que prometer el oro y el moro para terminar una huelga que toda la gente decente (somos pocos, pero somos) esperaba durara per secula seculorum. Y lo logró, firma de por medio con la Confederación de Mineros Artesanales Todos Informales, acordando gastar el dinero del erario nacional (a espaldas de los reales contribuyentes) para facilitarle la vida a sus compinches artesanos de la informalidad ilegal y poder así:
-- permitirles comercializar metales en el país.
-- permitirles comprar legalmente explosivos, cianuro y mercurio.
-- simplificarles los trámites oficiales para uso seguro de explosivos.
-- permitirles formar parte del comité de formalización de si mismos.
-- prohibir a la policía la realización de operativos contra ellos.
-- disuadir a las fiscalías de su participación jurisdiccional contra actos
    cometidos por ellos.
-- y de yapa: simplificarles la presentación del documento único con
    que cualquiera se puede acoger a la formalización. Ahora ya es un
    formatito con firma simple, después de la simplificación será, me
    imagino, una llamada telefónica (¿Alo?, sí, voy a seguir escarbando
    y reventando cerros por acá por Cachachi, ¿ya?, mándenme cianuro
    que se me está acabando, sí, a la comisaría de Chuquibamba está
    bien, gracias ¿ah?, hasta luego, saludos al general Urresti).

A mí el arreglo no me afecta en lo más mínimo, ¿a ustedes? creo que tampoco. Al fin, vivimos la gran mayoría en ciudades donde los mineros informales demandan productos, servicios e inmuebles a granel, por ende son agentes económicos activos que apoyan al crecimiento mediante "demanda interna" que pondera desde su trono el ministro de economía de moda. Dinero es dinero, lo demás son c...

05 octubre 2013

Conversación entre desconocidos

     Como profesor de idiomas en Lima muchas veces tengo espacios de tiempo libre entre clases. En un extremo del espectro están los espacios cortos y apurados mientras que en el otro extremo se encuentran los periodos de larga resistencia, maratónicos. Estos últimos desafían mi creatividad de maestro hasta niveles de fábula, especialmente cuando no hay a la mano algún buen libro para leer. En uno de esos consabidos trechos de tiempo muerto para mi bolsillo, de mediana duración, tuve la ventura de almorzar en un pequeño restaurante de las inmediaciones. La demanda de comida a esa hora hace que los parroquianos compartan mesas para no perder la hora reglamentaria de refrigerio, así que compartí mesa con un par de desconocidos, limeños por el acento, de la nueva cepa trabajadora. Uno de ellos hizo un comentario, asumo bajo la opresión del silencio entre comensales y la conversación arrancó.
     El sábado sale la procesión del Señor de los Milagros, dijo. Sí, el sábado se dirige a la catedral tachonó el otro. ¿Y ustedes acompañan ese día? quise saber. No, ninguno de ellos había sido parte del millón de acompañantes los últimos años (yo nunca, si no cuento el año en el que desde un  tercer piso en el centro de Lima pude ver a la imagen, oler a los procesionantes y sus zahumerios, soportar a sus vivanderas y sus humaredas). ¿Han escuchado de los 16,000 soles que un tipo se había agarrado del fondo de la Hermandad del Señor de los Milagros? Un directivo de la Hermandad. Claro, si éso es costumbre, sólo que esta vez llegó a la prensa. ¿De verdad se robaron 16,000 soles? Uno solito, salado que el asunto lo destapó la televisión este año. Sí, pues. Caramba.
     Hoy día creo que es el día del anciano. No, fue ayer y lo celebré con mi viejita. Hmm, ahora hay día para todo. Sí pues, para que compres regalos. Hay hasta el día del amigo. El primero de julio, cerveza que da miedo. ¿Habrá el día del huevón? creo que en Argentina hay el día del boludo y seguro que en España celebran el día del gilipollas. No sé, quizá. Habría que celebrarlo, conozco varios que cumplen los requisitos. Y se les puede regalar huevadas (boludeces, gilipolladas), ni cuenta se darían, se los huevea no más.
     Como quien no quiere la cosa, así pasaron 40 minutos de los 180 que tenía que desperdiciar antes de reingresar al instituto. Leí los diarios con sus noticias de siempre (creo que los periodistas publican el mismo menú semanal cambiando sólo los nombres de personas y lugares). Leí un par de capítulos de Roberto Bolaño (el escritor, no el comediante con su letra ese adicional). Leí un artículo de biología en inglés para desarrollar en clase con mis alumnos del turno noche. Leí medio correo electrónico, suficiente para saber que mi clase se había cancelado. De vuelta en el pueblo, 2 horas después, me preguntaba si habrán oficializado ya el Día del Huevón.