10 diciembre 2013

Aún sin saber qué hacer con los pedazos del Tahuantinsuyo.

Por: Jaime Galarza

El Perú es un país sin liderazgo. Por siglos las masas han estado a la búsqueda de uno verdadero. En realidad, estas se dividieron históricamente entre una parte nativa u original que se replegó psicológica y materialmente ante la arremetida homicida de lo foráneo en el siglo XVI y otra, la mestiza, que se alió a occidente. Al hacerlo, estos últimos se condenaron a la irrelevancia cultural porque, ¿Con qué se identifica un mestizo? Ha intentado hacerlo con occidente pero es evidente que es más un bastardo de aquel ya que no puede legítimamente asumir ninguno de los frutos de la cultura occidental y lo que obtiene por sus “servicios” es desprecio y en el mejor de los casos migajas de poder. En su necesidad por identificarse con algo, el mestizo reclama que es occidental y en esta lucha contra sí mismo –en un esfuerzo inútil y absurdo a lo Sísifo- recibe como castigo el tener que empujar perpetuamente esta roca enorme de su propia mediocridad y falta de identificación. Las élites peruanas compuestas de criollos y mestizos han tratado de crear una serie de elementos integradores -uno de ellos es la gastronomía. El resultado de estos intentos ha sido un fracaso ya que hasta que el elemento original no haya sido integrado y se convierta en elemento paradigmático de una nueva sociedad donde lo original vuelva a retomar el lugar que le corresponde, no podremos realmente progresar y desarrollarnos. Esto se evidencia cuando nos comparamos con la China y la India –países que hasta casi mediados del siglo pasado fueron colonias y empezaron mucho más tarde que nosotros en la carrera hacia el desarrollo. A pesar de ello, ambas son ya potencias mundiales fundamentalmente porque sus élites son nativas y se reflejan en la población general. No hay una mentalidad colonial y decadente. En esos países, lo auténtico pasa a través de todo el espectro cultural desde lo lingüístico, las creencias, valores, normas todo dentro de una ideología compartida. Por eso, los chinos, los hindúes, los iraníes, etc., por no tener este síndrome de Mr. Hyde y Dr. Jekyll, han logrado superar materialmente a muchos de sus “iguales” tercermundistas. ¿Cuántos años de dizque crecimiento hemos tenido en el Perú? ¿Qué resultados podemos mostrar? Los poderes fácticos, empachados de su “éxito” económico, esperaban las felicitaciones del caso cuando Michael Porter de Harvard nos visitó el año pasado. En vez de ello desnudó la pusilanimidad de los criollos y sus facilitadores. Básicamente lo que dijo fue que “…el crecimiento del Perú es una ilusión y no es real.” Más aún, el crecimiento peruano está basado entre otras cosas en el crecimiento de las exportaciones primarias, o sea escarbar la tierra y venderlo fuera. ¿Queremos volver a ser relevantes en el mundo? Pues debemos volver a retomar nuestra historia; no la insignificante, humillante, mediocre y semi-esclava que se instaló en 1532 sino la grande, orgullosa y gloriosa que existía antes. Los que dicen que eso no es posible decían lo mismo de Sudáfrica pre-Mandela, de EEUU pre-Martin Luther King, de la India pre-Gandhi. Sí se puede.