05 marzo 2014

Escuela de ex-presidentes

      Le llaman megacomisión porque Tirios y Troyanos quisieron estar en ella, unos para buscarle los trapos sucios y otros para lavárselos. Le llaman megacomisión porque tiene que vérselas con un meganúmero de asuntos que van desde el rosadito sugerente hasta el colorado escandaloso, paleta del rojo a que nos tiene acostumbrados la política peruana, más si se trata del ex-presidente Alan García Pérez.
      Su primer post-gobierno lo pasó en el auto-exilio, por lo que la justicia lo calificó de reo contumaz. Para entonces eran menos los países con tratados de extradición, por lo que su abanico de alternativas incluyeron Francia y Colombia. Sumar la inactividad política obligada del gobierno no democrático de Fujimori y la necesidad de García de esperar a que sus delitos presidenciales prescriban dio como resultado las vacaciones envidiables que se empujó el ex-presidente en cuestión con dinero a todas luces ajeno. Él mismo se redujo el sueldo presidencial y el cuento de las conferencias ex-presidenciales data de las mil y una noches. Su segundo post-gobierno lo sigue pasando de lo más bien, ahora en su país.
     Escapar otra vez a la vida muelle en el extranjero no es una solución posible, por más tentadora que sea la posibilidad. Razón de fondo, los delitos por corrupción no prescriben más en el Perú. Razón de estética, el ex-presidente quiere volver a ser presidente. Y es que el ex-presidente está preparado, para los truenos legales y penales cuenta con el techo acalaminado de la Fiscalía de la Nación. Para las tormentas políticas e inhabilitadoras tiene el inmenso paraguas informativo del monstruo de la prensa políticamente correcta, la que define en un día la opinión del peruano promedio, la que obedece como mono sabio a las pocas manos que editan noticias.
     El investigado por la megacomisión se da el lujo de tener una caja de resonancia estentórea en su país y vaya que le saca provecho. ¿Cómo? magnificando ad infinitum sus tuits en las redes sociales. Que debe haber pena de muerte, que Humala abandonó a Venezuela, que la esposa de Humala quiere ser presidente, que él subiría el sueldo mínimo, que él mejoraría los precios internacionales de los minerales, que él lo haría mejor, que él, que él, que él. ¿Más de 140 caracteres? propagando su presencia y su pliego de auto-preguntas en programas políticos televisivos de larga audiencia. La interrogante que salta de todo este autobombo es si alguna vez informará ante las autoridades judiciales sobre los narcotraficantes que indultó, sobre las contabilidades de las reconstrucciones de colegios emblemáticos que empañó, sobre los dineros destinados a dar agua potable a todos los peruanos, todos, que centralizó.
     La respuesta también salta de un resorte, el ex-presidente indultó a esforzados peruanos arrepentidos, no fue su culpa que la aplastante mayoría fueran condenados por narcotráfico. El ex-presidente quiso la mejora de la educación y los servicios públicos, no fue su culpa que los miles de millones invertidos se administraran desde la presidencia de la república. El ex-presidente clama por el apoyo a los manifestantes anti- Maduro en Venezuela, no es su culpa que todo se convierta en una burda cortina de humo informativo local para matizar la hediondez de la podredumbre de sus gobiernos pasados, difícil tarea ex-presidente. Y aunque tenga muchos que le rasquen, no se pique, ex-presidente.