Contraje esa visión que me hace opinantemente incorrecto y sistemáticamente desafinado en medio del coro ensordecedor de los que los que corren detrás de Tongorito, digo yo. Y ya me acostumbré, me hice a esa vida. Al que quiera llamarme por otros nombres, insultarme con comentarios mal escritos o clasificarme con una de sus dos únicas etiquetas, que haga su rutina. Se me antojan transparentes, me dan igual, y me importan un rábano. Así pues, me viene al coleto hoy escribir sobre uno de los temas que yace cubierto de niebla prieta: los dineros itinerantes de la corrupción.
Ganancia a tasa de interés compuesta anual |
En esta segunda mitad del año 2015, ayer 17 de setiembre, el Fiscal de la Nación de turno nos dice que está pensando en la posibilidad de, quizá, pedir que le hagan la gauchada de acelerar los trámites que la jungla de funcionarios de la banca suiza debe hacer para, en algún momento, poder sopesar la eventualidad de devolver esa plata a los peruanos. Así de osados son nuestros funcionarios cuando salen de viaje oficial. Que pase y siga, no le voy a criticar el intento de buena intención. Lo que sí pica mi indiferente curiosidad ─flemático fisgoneo personal, los demás pueden seguir respirando cortinas de humo─ es saber si planea pedir todo el fondo pendiente de devolución, incluyendo la ganancia de veintitrés millones por la rotación de los treintiocho, o sea, un total de sesentiún millones de dólares. Y, por qué no, si se dará un cachito de tiempo extra para hurgar más cuentas helvéticas a ver si completa los doscientos millones de billetes gringos que fueron vistos por última vez en manos de la eminencia gris de la época, sin olvidarse de los intereses, que la fórmula es fácil de usar.
Si nuestro representante oficioso logra tener éxito en hacer que aquel dinerillo regrese pronto a nuestras arcas, propongo tenga él la primera opción de gasto, para hacerle justicia a nuestro campeón. Es más, me atrevería a sugerirle envíe, a todo costo, a un grupo de fiscales a capacitarse en Londres (previo curso de inmersión de inglés, a más costo, por dos años en la capital inglesa) para que redacten a su retorno un enjundioso estudio de derecho penal comparado romano-germánico versus common law. Sería trascendental para nuestro país ahora que jueces y fiscales se ven en la necesidad política y financieramente correcta de trabajar febrilmente sin que nada de nada cambie en el statu-quo de la delincuencia de cuello blanco.
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