Entras a la que hasta hace poco fue una casa de clase media afortunada en una calle aledaña a la bulla automovilística del distrito financiero de la ciudad, cruzas el jardín interior franqueado por lomas de pasto japonés y flores de sofisticado precio, subes las escaleras de parqué encerado al detalle, y encuentras la oficina que buscabas. Tu vaga idea de un ambiente de película de bolsas de valores se esfuma. Ante ti se presenta una plácida oficina de amables y elegantes funcionarios concentrados en sus pantallas y pantallitas. Nada que ver con los ambientes peliculeros que vivían en tu mente, repletos de operadores de bolsa desgañitándose, de intercambios de documentos físicos y manoseados, y de sonidos estridentes de campanas celebrantes.
Tampoco es que hayas creído todo lo que viste en las películas antes-de-la-informática. Pensabas, claro, que alguna tecnificación tenía que haber en la negociación de valores empresariales, y no te equivocaste. Pero la oficina a la que acabas de entrar no era la de compra y venta de acciones, sino la de venta de títulos de deuda de empresas sin la enjundia suficiente para meter su propiedad a la negociación entre desconocidos. Has entrado en la oficina del Mercado Alternativo de Valores (MAV) y vas dispuesto a invertir en una deuda contra alguna empresa mediana que te ofrezca una tasa de interés más interesante que la tasa de depósito de tu banco, tu caja municipal o tu cooperativa de ahorro y créditos.
Sí, es cierto: las decimales tasas anuales que te pagan en bancos, cajas y cooperativas son realmente minúsculas. Lo que buscas es una alternativa de inversión que no dependa exclusivamente de la credibilidad de una persona que te sepa envolver con su labia en proyectos de negocios con retornos espectaculares y quiebras repentinas. Tampoco estás para buscar un local donde muestres tus habilidades culinarias, reposteras, bartenderistas, logísticas del retail (quizás después, cuando estés en posición de renunciar a tu chamba fija, o sea,…). Y mucho menos estás para montar de golpe una empresa mediana que nunca venda nada y facture a diario para beneplácito de un socio financiador principal del proyecto fachada (paga bien, pero testaferro no, no vale la pena en el largo plazo, especialmente porque la cárcel en este lado del mundo civilizado es un remedo sanguinario de lo que dice su ley creadora).
Y volviendo a la plácida y tecnificada oficina a la que entraste después de cruzar un relajante jardín y subir unas primorosas escaleras de madera en parches, el MAV o Mercado Alternativo de Valores es un apéndice relativamente nuevo de la Bolsa de Valores donde puedes invertir en títulos de deuda a corto plazo basándote en información financiera auditada y opiniones de clasificadoras de riesgos confiables del mercado. Lo sé, suena como que caíste presa del ensueño de la inversión del clase-mediero en las instituciones financieras tutelares de la patria. Puede ser, pero no te pueden negar que es una alternativa que viene con la seguridad (relativa) del organismo oficial regulador de bancos y seguros. De una de las tantas «perversas reguladoras» que frenan el libre crecimiento de la empresa privada, tan consciente de su propósito elevado, debidamente autorregulada mediante su promesa íntima y personal de asumir el compromiso de hacer realidad sus propósitos alturados (o algo así leí en los postulados de la última moda en «nuevos capitalismos conscientes»).
¿Por qué no ir a la mismísima Bolsa de Valores, la madre del cordero? Pues simplemente porque allí no serías acreedor de una deuda que te tienen que pagar en una fecha futura, sino que dependerás de cotizaciones que se mueven por quítame estas pajas de un día para otro. Y si fueras acreedor de Renta Fija, también corren negociaciones de tus papeles. Y hay que agregar que en Bolsa existe (para accionistas mayoritarios) el conveniente procedimiento de compra y recompra de acciones de parte de los mismos dueños de la compañía (ilegal en varios países); y es que hay empresas en Bolsa que negocian las acciones que generosamente cedieron a sus trabajadores sin posibilidad de que estos últimos puedan negociarlas libremente. ¿El mercado de intercambio de monedas FOREX? Esas cotizaciones se mueven al minuto o el segundo, al igual que sus pérdidas y ganancias.Por su lado, las criptomonedas y los juegos con NFTs (Non fungible Tokens) van con la misma suerte inaccesible de las apuestas accionarias de la bolsa, sin oportunidad justa para los pequeños inversionistas. Mucho mejor sería apostar en la hípica, al menos pierdes (o ganas) tu plata con un buen subidón de adrenalina a la llegada de los caballos a la meta, emoción pura.
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