Estas escenas de crueldad con animales cuya carne usamos como ingrediente en nuestro arroz con pollo, cebiche, parrillada, chicharrón y todos los otros platos que solemos empujar dentro de nuestros estómagos diariamente al almorzar o cenar pueden ser muy fuertes, mucho más que una tradicional corrida de toros, con banderillas y pica incluída. Considera dos veces ver el vídeo inserto o estate listo para detenerlo como hice yo un poco después de la mitad. Sin embargo, así como se supone que debemos consumir productos agrícolas orgánicos, sin mutaciones genéticas ni pesticidas a rabiar, pienso que deberíamos consumir carnes de animales que no han sido torturados a lo largo de sus vidas. O sea, al viejo estilo de las granjas de hace una generación. ¿Pido mucho? evidentemente sí, pero invoco a mi condición de carnívoro impenitente y casi consuetudinario, frecuencia que tendrá que variar cuando el precio de las carnes y las leches se vayan a anidar a las nubes de los cielos del mundo. La pregunta que subyace sería: ¿podrá la agricultura alimentarnos a todos o la población mundial ya sobrepasó la capacidad de producción de la tierra? En caso la respuesta sea negativa, tengo ya detrás de la oreja derecha una lista repleta de nombres de seres dizque humanos que deberán ser sacrificados primero para equilibrar la oferta y demanda en el mundo. Ahora, ¿cómo disponer de los restos sin contaminar el medio ambiente? Vaya, la encrucijada animal va mucho más allá de lo que pensamos.
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