Dicen ahora algunos economistas institucionales de la aldea global en que todos medramos que más vale para los países exportar productos primarios, con el pretexto que los precios de estos últimos han variado ligeramente menos que los de los productos manufacturados. Tamaña desfachatez lanzarse a vender tal idea a ministros de economía distraídos o faltos de cerebro institucional que, de comprar, nos mantendrían eternamente en el tercermundismo como la panacea económica, como ya antes se hizo con otras ideas peregrinas. Más grave aún si consideramos que la movilidad generacional tiene una rigidez de palo que hace preguntarse por qué creemos tan a ojos cerrados que el sistema político que nos gobierna otorga iguales oportunidades a todos. Lo cierto es que no encuentro la razón para que las generaciones que han irrumpido en el mercado laboral tengan que luchar palmo a palmo contra corriente, con casi ninguno de los derechos laborales que anteriormente existían como condición básica para cualquier ser humano. Pero claro, olvidaba que los emprendedores deben contar con ventajas competitivas y, naturalmente, la soga se rompe por el lado del trabajo dependiente, aunque no es raro en estos tiempos ver que los impuestos sólo deben pagarlos los que viven de sus salarios y es común como la mentira ver a los empresarios formales haciendo negocio informalmente en las narices de todos. Que viva el subdesarrollo y el cholo barato, a ver si lo abaratamos más que a los chinos de los sweathouses.
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