08 febrero 2012

El derecho a tener una vida común y corriente

La intelectualidad peruana, por lo menos los que publican artículos en Lima, toma posición por Velasco Alvarado o Morales Bermúdez como dictador supuestamente menos dañino para el descalabrado Perú de los años 60 y 70 del siglo pasado. Los generadores de opinión de nuestra sociedad se enfrascan en una discusión para decidir cuál atentado sacó a la sociedad limeña de su indiferencia ante el terrorismo senderista, si el bombazo de Tarata del 92 o el bombazo del primer apagón navideño del 82. Los políticos de moda entre los entrevistadores televisivos arguyen sus razones y sinrazones para indultar o no a Alberto Fujimori. Y todo sigue igual.
No sorprende, entonces, que lo que llamamos política en el Perú sea tan aburrida y sosa si es que quienes debemos ser los protagonistas sencillamente decidimos no ser parte de ella. Entre todas las acepciones que la palabra política tiene en la Real Academia de la Lengua Española, quiero destacar aquella en que la define como "actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo". Que votamos, es cierto, por obligación y para escoger siempre el mal menor entre un universo de empresarios y militares retirados que fungen de políticos en ausencia total de partidos. Y para de contar.
Votamos pero no opinamos, que estar de acuerdo o desacuerdo con un personaje publicable o entrevistable no es tener opinión, es hacer rebaño; que criticar, rajar, o quejarse de los problemas sin hacer nada al respecto no es tener opinión, es romper en llanto.
Votamos para elegir gente inoperante, no opinamos, ni intervenimos en asuntos públicos de ningún otro modo. Y es que no estoy hablando de los asuntos públicos que conciernen a los gobiernos centrales ni regionales si no más bien de los asuntos que nos tocan día a día. Hablo de los diarios abusos de la empresa de telefonía fija contra sus propios clientes, de la porquería de agua  que desde siempre debemos hervir diariamente para poder beber, de los baches en las pistas que recorremos siempre en autos o buses, de la atroz informalidad del servicio de transporte urbano, de la invasión de nuestras veredas que hacen empresas informales de soldadura o ventas, del ruido infernal que llena nuestras calles comerciales, de la ausencia casi total en nuestras calles de la policía que nos cuesta una fortuna diaria, del caótico tráfico de cada día que desperdicia nuestro combustible en contaminación de nuestro aire, de los cobros excesivos que debemos pagar cada vez que queremos un certificado inventado para ese propósito pecuniario. Y puntos suspensivos.
Tantos asaltos a nuestros bolsillos y a nuestros derechos personales que aguantamos diariamente los peruanos para sostener un statu-quo ilegalmente aceptado por quienes elegimos como autoridades. Y es que es ilegal y anti-sistema que nuestras autoridades permitan que venga sucediendo lo que menciono, ya sea por proteger intereses empresariales o por no hacerse problemas con el poder. Es también ilegal y anti-sistema que nosotros nos quedemos sentados en nuestras casas sin hacer nada para solucionar nuestros propios asuntos públicos, para exigir los productos y servicios que pagamos sin chistar. Es también ilegal y anti-sistema no salir a las calles a expresar nuestro descontento y pedir el cambio de las personas y/o instituciones, públicas o privadas, que no tienen capacidad para proveernos una vida común y corriente. Sólo éso, luchar por el derecho reconocido de vivir una vida común y corriente.

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