29 abril 2012

El caso pelícano


Caminaba sin apuros,sintiendo la dureza de la arena recién bañada por el mar bajo sus pies, oyendo cómo ésta se quebraba con un sonido que casi adivinaba por debajo del sonido de los albatros. Gozaba de la mañana más clara que cualquier otra porque era su día libre en la fábrica y de pronto sonó. Más que escucharlo, lo sintió con los dos pies en movimiento clavados en la arena y pudo verlo. El pelícano cayó ya desmadejado, sin control alguno sobre sus alas ni el viento de la caleta cercana a Chiclayo. Lo examinó sin tocarlo, sí, era un pelícano. Nunca había visto uno tan de cerca, menos uno tan muerto en vuelo como ése. Notó que las plumas del pájaro muerto escondían a duras penas un cuerpo de muy pocas carnes, algo contradictorio con la fama de esos animales consumidos en tiempo de escasez por la gente de la muchas veces castigada costa peruana.

Mientras estudiaba a su primer pelícano muerto a sus pies, escuchó un sonido profundo y sordo seguido de un remezón, casi un temblor más de los tantos que se repiten en cambio de estación por lares del Pacífico. Miró con curiosidad al mar y divisó un buque de los grandes y recordó que había leído en algún diario hacía mas de dos semanas que los coreanos buscaban petróleo en el mar entre la Caleta Santa Rosa en Lambayeque y Huanchaco en Trujillo. Alguna duda le quedó flotando en el cerebro sobre la muerte del pelícano en vuelo,   sobre el temblor que quizás había producido el barco avistado en alta mar y sobre los cientos de delfines varados muertos en el litoral y cuya foto en el periódico todavía recordaba.

Y es que sí es cierto y oficial que los coreanos de SK Energy están buscando petroleo en el zócalo continental norteño Z-46 por encargo de Perúpetro. Y es también cierto que vienen utilizando la prospección sísmica para ese fin. La prospección sísmica en el mar genera ondas sonoras con niveles de intensidad arriba de los 180 decibelios, intolerables para  la  fauna marina. De acuerdo a ley, en zonas comerciales los ruidos pueden llegar a un máximo de 80 decibelios y en zonas residenciales hasta 60 decibelios. Más aún, un minuto de exposición a un sonido 130 decibelios causa la perdida permanente de la audición en un ser humano.

Ese sonido bajo el agua puede alcanzar hasta 10 Km. a la redonda y afectar seriamente a  peces y sus larvas, especialmente cuando la prospección se lleva a cabo en áreas en  que las especies cumplen ciclos biológicos cruciales. Se sabe por estudios a nivel internacional que algunas especies de interés comercial se han diezmado hasta en un 45% por obra y gracia de la prospección sísmica marítima.

Vamos a dejar solos en la lucha por la defensa del litoral norte a los pescadores artesanales? No me extrañaría si así fuera, ya que en nombre del progreso futuro somos capaces de hacernos de la vista gorda al innecesario cambio del equilibrio ecológico del mar peruano. Un cambio provocado por la prospección petrolera aprobada por el ministerio del caso y ejecutada por empresas petroleras a las que poco les importa que el equilibrio ecológico nuevo ya no cobijará muchas especies de peces tan apreciados en nuestra culinaria como la chita y el lenguado, alejará definitivamente de nuestras costas a los siempre simpáticos delfines, y exterminará por hambruna a los desmañados pelícanos a los que algunas generaciones anteriores les deben las proteínas de su crecimiento.

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