Lo cierto es que, entre el mal uso del verbo desvelar que caracteriza a los españoles de las catalunyas y los hipos de redacción del traductor, el libro se las arregló para mantener un relato continuo y ameno, aunque demasiado largo para una película con impresionantes efectos visuales, con las clásicas escenas en cámara lenta con épicos chorros de sangre enmarcados en bucólicos paisajes de ensueño, y demasiado corto para una serie de más allá de ocho entregas, como lo es la serie inglesa que pude ver en la tele y que me llevó a conseguir la copia del libro en el parque principal de Chaclacayo. No se puede negar que los personajes están bien logrados, con sus grandes pasiones y pequeñas miserias, que los eventos tienen la cuota de crueldad y sexo que nuestra inclinación por lo obsceno exige, que el autor hizo su tarea de investigación histórica y geográfica del caso, y que los catalanes deberían dejar la traducción de textos al castellano, ficción o no, a nosotros los sudamericanos castizos. Rescato del libro la condición brutalmente humana de los personajes de la trama y su cercanía a la vida real que nos abrumaría hasta la depresión suicida si no existiera la posibilidad de crear historias que reflejen la mediocridad, ignorancia, tozudez, atrocidad, generosidad, inteligencia, tolerancia, y diligencia que, entre otros ingredientes, sazonan el cerebro y corazón de cada ejemplar del animal que llamamos humano. Si nuestra realidad nos grita a diario que es muy difícil torcer el camino de la humanidad hacia la montaraz trocha de lo justo y racional, siempre nos queda nuestra imaginación para crear utopías en las que nuestra sociedad homo sapiens sea realmente humana.
03 junio 2012
Los pilares de la tierra
Lo cierto es que, entre el mal uso del verbo desvelar que caracteriza a los españoles de las catalunyas y los hipos de redacción del traductor, el libro se las arregló para mantener un relato continuo y ameno, aunque demasiado largo para una película con impresionantes efectos visuales, con las clásicas escenas en cámara lenta con épicos chorros de sangre enmarcados en bucólicos paisajes de ensueño, y demasiado corto para una serie de más allá de ocho entregas, como lo es la serie inglesa que pude ver en la tele y que me llevó a conseguir la copia del libro en el parque principal de Chaclacayo. No se puede negar que los personajes están bien logrados, con sus grandes pasiones y pequeñas miserias, que los eventos tienen la cuota de crueldad y sexo que nuestra inclinación por lo obsceno exige, que el autor hizo su tarea de investigación histórica y geográfica del caso, y que los catalanes deberían dejar la traducción de textos al castellano, ficción o no, a nosotros los sudamericanos castizos. Rescato del libro la condición brutalmente humana de los personajes de la trama y su cercanía a la vida real que nos abrumaría hasta la depresión suicida si no existiera la posibilidad de crear historias que reflejen la mediocridad, ignorancia, tozudez, atrocidad, generosidad, inteligencia, tolerancia, y diligencia que, entre otros ingredientes, sazonan el cerebro y corazón de cada ejemplar del animal que llamamos humano. Si nuestra realidad nos grita a diario que es muy difícil torcer el camino de la humanidad hacia la montaraz trocha de lo justo y racional, siempre nos queda nuestra imaginación para crear utopías en las que nuestra sociedad homo sapiens sea realmente humana.
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