Al margen de lo que se venga disputando en el enfrentamiento, diferendo o lío entre el Vaticano (estado independiente europeo) y la PUCP (universidad estatal y autónoma del Perú), es inaceptable tratar de anteponer el derecho canónico a las leyes de cualquier país que no sea el Vaticano; tan simple como que nadie aceptaría el uso de las leyes peruanas en ningún estado europeo, aún tratándose de diferencias entre ciudadanos peruanos emigrados en una filial de una empresa peruana.
La Asamblea Nacional de Rectores ha ratificado la condición de universidad peruana autónoma de la Pontificia Universidad Católica del Perú y su derecho a seguir emitiendo títulos con dicho nombre, por lo que, en la práctica, no hay tal “Universidad Peruana”, como la iglesia de las inmediaciones de Roma quiere hacer creer con toda su caja de resonancia en un eco al unísono de sus púlpitos y adeptos de la comunicación masiva.
En lo personal, me coloco en la neutralidad en esta pelea patrimonial producto de las varias interpretaciones del testamento hecho por Riva Agüero el año 1944, cuando la entonces Universidad Católica del Perú ya llevaba 27 años de fundada. Y, siempre en lo personal, el tardío apelativo de “pontificia” no le agrega ni quita nada a institución alguna, pero a “La Cato” no hay forma de quitarle la denominación de católica, al menos no lo puede hacer una iglesia que comparte dicho nombre con la Iglesia Católica Ortodoxa, de la que se separó creando el primer cisma de la iglesia cristiana original gracias a la testarudez de insistir en la infalibilidad y supremacía del obispo de Roma. Deus Non Vult.
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