30 julio 2012

Universidad Católica del Perú (Parte 2)

Es sumamente entretenido el debate que se ha formado alrededor del diferendo entre el Vaticano y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Por un lado están los iniciadores del debate con su apoyo incondicional al Estado de la Ciudad del Vaticano -o Santa Sede para quienes no saben de la existencia de geniecillos financieros en los sótanos de la Sixtina- y las órdenes supuestamente inapelables del Papa. Por el otro lado, está la Asamblea Universitaria de la PUCP y su defensa de libertad de pensamiento que ellos estiman amenazada por la constitución canónica Ex Corde Ecclesiae.
Permítanme llamar a las cosas por su nombre en los hechos: los representantes del Papa en el Perú son funcionarios consulares del Estado Vaticano, el Papa es el jefe de un estado que ha elegido la monarquía absoluta como forma de gobierno, la legislación canónica es el cuerpo de leyes del Estado Vaticano, y la PUCP es una universidad nacional y autónoma del Estado democrático del Perú. Al llamar las cosas por su nombre no se me interprete como anti-católico, muy por el contrario, me considero mucho más católico que aquellos que  defienden a un estado independiente que ha llegado a su mínima extensión territorial y a su máxima riqueza económica en la historia disfrazándose sin tapujos con la presunta representación de la Iglesia Católica en el mundo. Es entretenido encontrar que en nuestra sociedad aún hay colectivos que consideran los dictados de personas y gobiernos como mensajes del Creador de este mundo. Pero también es inquietante saber que existe una organización estatal con tanto ascendiente sobre las mentes de gente inteligente que puede organizar defensas cerradas de la propiedad de representantes de un estado extranjero, maniatando la acción de líderes timoratos de nuestra nación.
Mi opinión sobre este tema ya la he dicho y estoy convencido que tiene la misma importancia que la opinión de cualquier ciudadano sin importar su nacionalidad u opinión. Sin embargo, tal parece que tenemos todos que continuar defendiendo la igualdad, característica de la democracia real, por ser uno de los valores más consustanciales con la sana convivencia de los seres humanos. La condición monárquica del Estado Vaticano y su estilo de gobierno dogmático no puede, ni debe, ser aceptado como conducta de la Iglesia Católica, pues Iglesia somos todos los que la profesamos por igual; si el Vaticano quiere ser parte de ella, debe antes realizar un profundo cambio en las metas de su organización, renunciando necesariamente a la posición de poder que ocupa. Jesús el Cristo fue un revolucionario que se reveló al poder que ejercía la curia religiosa de su tiempo anteponiendo la igualdad de todos los seres humanos a todo otro statu-quo que pudiera defender intereses creados. El EstadoVaticano siempre ha tenido muchos intereses que defender, mas no la Iglesia Católica que vive el cristianismo para la realización personal y colectiva de sus miembros, lejos de la ambición de los estados.

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