Dícese de la torpeza notable en comprender las cosas, reza el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española refiriéndose a la estupidez. Mientras que los antiguos romanos llamaban stupidus a quien veían aturdido o estupefacto. Y masiva es la cantidad de gente que viene embaucándose a sí misma desde hace ya un rato largo con el cuento del debate Conga. Lamentablemente, esa masa humana, cuantificada, roza la población total del Perú.
Mucho se ha dicho, escrito y publicado a favor o en contra de la instalación del asiento aurífero Conga en Celendín, Cajamarca, como también se hizo con la actividad minera en Tambogrande, Piura. Agregar otro sabihondo o superficial recuento de lo que pasó o no pasó, pasará o no pasará en esa historia ya tan trillada, caería en el sopor de un partido del campeonato peruano de fútbol. Quiero, más bien, resumir todo este asunto en el título de esta entrada de blog: estupidez masiva.
¿Cuán difícil es entender, comprender, que si la minería formal es expulsada de una región, su lugar será reemplazado indefectiblemente por la minería ilegal? Pues no mucho. Pero, para el caso, parece ser una tarea altamente consumidora de neuronas peruanas, que en estos tiempos dizque tienen mejor uso en lo que la prensa destaca diariamente, ya sea de motu proppio o a pedido especial de parte.
Con muy pocas excepciones -entre las que se encuentra el programa Tribuna Abierta cuyo vídeo hemos insertado- los parámetros de la televisión, radio y periodismo peruanos, a juzgar por lo visto rutinariamente, se circunscriben casi exclusivamente a la farándula, no el arte; los políticos, no la política; los futbolistas, no el fútbol; o cualesquier persona, hecho u objeto que sea lo suficientemente descarado, con su poquito de lúbrico más, para el gran público.
Entonces, entender o comprender algo que tenga que ver con la minería ilegal, adecuado o no, es simplemente algo que se dará masivamente cuando los titulares se ocupen de ella en todas sus aristas; hasta que el grueso de los peruanos salga de su aturdimiento, su estupefacción, su estupidez.
Entonces, entender o comprender algo que tenga que ver con la minería ilegal, adecuado o no, es simplemente algo que se dará masivamente cuando los titulares se ocupen de ella en todas sus aristas; hasta que el grueso de los peruanos salga de su aturdimiento, su estupefacción, su estupidez.
A modo de ejemplo: grupos de mineros ilegales tomando carreteras en todo el país en reclamo por sabe Dios qué, SUNAT confiscando petróleo en tránsito hacia clientes no identificados en Madre de Dios, la capital de la provincia cajamarquina donde opera Sulliden-Shahuindo (empresa aurífera que cotiza en BVL) invadida por la criminalidad cotidiana de asiento minero informal, y otras notas periodísticas por el estilo se pierden en el mar de noticias menores que rellenan páginas interiores, mientras que los titulares en Lima se deslenguan con los entretelones de la vida del presidente de la Región Cajamarca. A quién le importa si las balas son de plata o de latón, lo importante es apuntarle al bulto y no al problema, parecen pensar.
Y ya que la debacle del oro ilegal en Madre de Dios parece ser menos dramática que la última paliza a la vedette de moda, otra prueba palpable de lo que le espera a Celendín se encuentra en el páramo que es ahora la zona limonera piurana de Tambogrande, de donde se expulsó a la minería formal al compás del lema "Sin limones no hay cebiche". Precisamente, el cebiche con mango que resultó de la decisión de algo más del 93% de los pobladores terminó haciendo pedazos a una hermosa zona agrícola del país, gracias a sus propios agricultores. ¿Habrá que encontrar oro en los extintos ríos y valles de Lima para salir de la estupidez masiva?