Busqué y encontré muchas veces su nombre en las redes sociales, pero ninguno que compartiera mi color de glóbulos. Continué tozudamente la búsqueda esperando que ese nombre se abriera paso entre los pinos y abrojos hacia la luz. Mi búsqueda se convirtió en una angustia de párpados secos a fuerza de voluntad de no ver la realidad. Mis dedos se cansaron, quizá se cansaron antes el teclado y el mouse, qué más da. Con los minutos y las horas, se posó mi búsqueda en un pequeño palpito de ignorancia voluntaria, de ésa que no indaga las mentiras obvias.
Busqué y me topé una vez más con ese mismo bosque sin mi semilla. Quizá el tiempo me acompañe en esta historia, o se pase de largo en pos de cambios ajenos. A regañadientes abro los ojos y mi búsqueda se convierte hoy en esperar al lado del río, observando al agua siempre nueva ahogar tercamente a esa roca que creía conocer. Hoy diez de octubre empezaré a esperar que esa roca emerja. Hoy diez de octubre.
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