Conocí a César en la Cajabamba de los años 70 y lo recuerdo por su uniforme escolar gris algo más apretado de lo necesario y por su orgullo de llevar dos zetas en el apellido, a diferencia de los Gonzáles, Gonsález o Gonsáles, de pasado analfabeto decía él. Siempre quiso ser oficial de la policia en una época en que todos planeábamos convertirnos en militares y tratar de llevarnos a Chavelita en un buque de guerra, un tren militar o un aeroplano de 4 hélices, parafraseando a algún ilustre cantante mexicano. Su historia transcurrió según lo esperado por todos: ingresó a la escuela de oficiales y se graduó sin inconvenientes. Al fin y al cabo, su pasado cargado de zetas y de romerías nunca puso en duda la seguridad del rumbo de su vida tal como la había trazado él mismo. Y la sorpresa, ¿no habido para la prensa ahora que el "Viejo Paco" lo ha acusado de cómplice por omisión de innumerables crímenes? no suena a César, aunque dicen que la gente cambia. Dicen tantas cosas.
En un país en que los trabajadores dependientes no están obligados a presentar declaración de impuestos, las condiciones son ideales para los que obtienen pingües ingresos ilegales ya sea por torcer la ley a conveniencia de sus clientes de turno, crear cortinas de humo periodísticas, o dejar obrar a delincuentes impunemente. Es trabajador dependiente todo aquel que tiene un nexo laboral contractual con una institución privada o pública. Es trabajador dependiente, entonces, cualquier juez superior o supremo, cualquier corresponsal o editor de noticias, o cualquier coronel o general de la policía o el ejército. La infraestructura está ahí, ellos hacen que las autopistas del dinero sucio se mantengan perfectamente viables.
No sé casi nada de los personajes mencionados por el "Viejo Paco" en sus primeras declaraciones. No doy razón ni fe por el juez superior Ricardo Ponte, ni por el corresponsal de noticias Sandro Chambergo, pero sí tengo la confianza de que el coronel César González Romero sigue siendo el muchacho organizado y honesto que solía ser en la Cajabamba de nuestra época colegial. Guardo la esperanza que el recuerdo de las callejuelas flanqueadas de tejas que recorrió por once años camino al colegio que nos formó aún forma parte importante de su vida.
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