La conversación transcurrió por caminos filosóficos no muy transitados en las esquinas y también cruzó vados de ríos que alguna vez tuvieron aguas cristalinas. Hablamos de convicciones y creencias, de credos y conjeturas, de prestigios e insumisiones; hablamos de sueños interrumpidos por la dura realidad casi siempre corrupta, de caminos truncados por la bestialidad de seres cada vez más humanoides, de los espacios que le queda a la tan pasada de moda honestidad. Hablamos finalmente de la economía, tema que unió nuestras lecturas en universidades, y la anexamos al medio ambiente. Más concreta la conversación imposible, me dije hasta después de despedirnos deseándonos lo mejor en nuestras vidas de maestros.
Bueno, cambié de opinión después de encontrar literatura con buena reputación en la red virtual, y pude comprobar que la economía ya se había matrimoneado con un encopetado señor, ambientalista académico él, a quien ayuda ella, aburrida a rabiar, en los cálculos de costos ambientales de un derrame petrolero en mar abierto y de la respiración del menos estudiado insecto de la cadena alimenticia, pasando por cuantificar a la multicolor mierda química que botan al desagüe las fábricas que financian sus sondeos y factorías de fórmulas matemáticas. Pero, ni tonta ni perezosa, la economía también se echó para el diario a un amante viajero y fanático de paisajes imponentes, activista ecológico él, con quien revuelca sus más íntimas erudiciones salpicadas de investigaciones biológicas y tectónicas en prados de verde belleza. Ésa vida de la ciencia económica hecha de planos paralelos me llevó a tratar de resumir, disfrazado de hombre serio y leído, lo que, hasta ahora entiendo por Economía Ambiental y Economía Ecológica. El intento fue enviado al amigo de líneas arriba mediante un correo que les resumo:
(...) Mi estudio autodidacta de economía ambiental me ha llevado por múltiples ramificaciones y opiniones formalizadas de pensadores y economistas de toda laya; de todas ellas, hasta ahora, se destacan, ya sea por resonancia viral como por cobijo de los medios que tradicionalmente forman opinión pública, las posiciones de: (1) cuantificación de los recursos naturales para que los productores de bienes internalicen las externalidades negativas provenientes de contaminación ambiental (ya sea vía impuestos y regulaciones o vía negociación privada-legal) o (2) mantenimiento de un nivel constante de producción que fije la explotación de recursos en un límite máximo, con la esperanza de alcanzar el punto de equilibrio entre la contaminación y la capacidad de absorción del medio ambiente. La primera posición correspondería más a la economía ambiental y la segunda a la economía ecológica, aunque se entrecrucen en sus intentos por explicar y solucionar los problemas comunes con que trabajan. La primera utiliza exhaustivamente las herramientas matemáticas y estadísticas de la economía neoclásica, mientras la segunda busca formalizar económicamente los números y procedimientos de las ciencias naturales. La primera adquiere a veces el típico tinte gris de los intereses disfrazados de las corporaciones que, como sabes, son entes económicos más grandes que muchos países combinados; la segunda camina por una senda paralela al activismo ambientalista que también disfraza intereses muchas veces políticos de anti-sistema. Debo admitir que mi preferencia se aleja de la cuantificación de recursos en tanto que ésta sirva para justificar la tendencia de distribución de ingresos cada vez más piramidal, y veo más útil la cuantificación de recursos al usarla para políticas de regulación. Tampoco me anima apoyar a un activismo que pueda camuflar políticos corruptos necesitados del barniz de probidad y justicia social para servirse del estado (...).
Un fuerte abrazo.
Un fuerte abrazo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario