24 enero 2016

Perú, Sociedad Anónima Privada.

     No es un secreto, y para la mayoría es un orgullo, que la economía peruana está organizada y gobernada por y para el mercado competitivo y libre, al menos en teoría. Las empresas privadas, dicen los guardianes de las buenas maneras económico-financieras, son el único motor de crecimiento efectivo y creíble. Por tanto, los dueños de empresas privadas son, siguiendo a los evangelistas del libre mercado, los profetas que deben continuar gobernando, más allá de quién esté sentado en el sillón presidencial. Así van nuestros tiempos bíblicos contemporáneos, nos guste o no.

     En cambio la contraparte del estado, la parte pública, despide olores insanos que provocan la santa ira de los CEO profetas, quienes deben tomar medicina contra la náusea cada vez que hacen sus nada despreciables negocios con el estado. Los gobiernos de turno que se encargan de administrar a ese estado anquilosado, papeluchero, coimero, elefantiásico, esperpéntico, impresentable, y etc. bien merecen  sus cuotas de crítica desde los editoriales que transportan el iluminado pensamiento de nuestros conductores. Es bien sabido que estos profetas son los intermediarios entre el cielo y la tierra por derecho divino, y tienen la sagrada misión de, arrobados, recibir el diario mensaje de nuestro mercader creador.
   
     Para darle una mejor calidad de vida a quienes realizan un sacrificio mayúsculo para conducir nuestras vidas y permitir así que su sabiduría chorree sin cesar sobre nuestras indolentes, pero agradecidas, cabezas, me arriesgo a romper el silencio expectante y proponer una medida que sería la solución definitiva a las continuas jaquecas de nuestros amados líderes CEO: privatizar al estado peruano.

     Convertir al estado peruano en una sociedad anónima privada no sólo es una solución ideal a las jaquecas de los líderes empresariales de nuestra sociedad, sino que significa escuchar el definitivo llamado del dios de la libertad económica, del semidios del liberalismo, del heroico capitalismo más prístino, del mesiánico mercantilismo de probada castidad. Crear una corporación llamada Perú S.A.C. ─o Peru Inc.® para el entorno globalizado─ traería incontables beneficios a nuestra sociedad y crearía una tendencia mundial incontenible en las redes sociales y anti sociales.

     Por acercarse los beneficios al número infinito, sólo podré presentar algunos tímidos trazos de lo que nos esperaría a la vuelta del registro de nuestra corporación nacional, en la que figuraríamos como socios minoritarios, una acción por cabeza, todos los peruanos vivos al momento de la inscripción pública en las instituciones financieras y comerciales multilaterales reconocidas por la comunidad internacional, OMC, FMI, BM, BRICS, CEPAL, OEA, OIT, y siguen siglas. El número de acciones y presupuesto se incrementaría anualmente para incluir a los nuevos peruanos y para generar bonos que premien la buena gerencia corporativa que redunde a favor de todos los inversionistas al repartir obligatoriamente utilidades cada año. Cada dos años, o algo así, se pondrían a la venta paquetes de bonos que permitan a inversionistas internacionales gozar de dividendos con tasas de interés muy atractivas en el mercado financiero global. Y todos los detalles adicionales que hacen de una corporación una persona que merece nuestra mayor atención e interés.

     El directorio y las gerencias serían nombradas por estricta meritocracia, con contratos libremente rescindibles, sin esperar a que terminen períodos presidenciales que nos aten a camarillas de dudosos personajes que invierten en procesos eleccionarios sin tener el más mínimo conocimiento de administración ni el menor asomo de vocación de servicio. La democracia estaría garantizada al poder escoger entre los socios más idóneos para cada puesto de nuestra corporación, desde el directorio hasta el menos exigente de los trabajos, todos necesarios, todos sujetos a voto universal de la magna asamblea de accionistas.

     Nuestra corporación entraría activamente a la competencia empresarial siempre buscando el mayor lucro para la empresa, anulando todo rastro de lobby empresarial local o internacional porque a ningún gerente se le ocurriría favorecer a otra corporación en contra de su propia empresa si, como es natural en el mundo empresarial, estaría buscando constantemente resultados positivos que redunden en un justo engrosamiento de su cuenta bancaria; de obrar contra natura, ahí estarían atentos los departamentos de auditoría, contabilidad y adjuntos a la gerencia que siempre están dispuestos a extirpar a malos gerentes y poder contar con la oportunidad de reemplazarlos. Sería la solución inmediata y sin costo de la corrupción público-privada.

     Por ser una sociedad anónima, la responsabilidad, y consecuencias, de los actos de cualquier índole de Perú SAC, especialmente los financieros, no recaerían sobre los socios. Los accionistas, o peruanos, no tendrían que cargar con deudas eternas producto de malos contratos hechos a espaldas del directorio y la asamblea general de accionistas, más aún sabiendo que nuestra Peru Inc.® cotizaría en las principales bolsas de valores del mundo, lo que la haría totalmente transparente al análisis de inversionistas y corredores de valores.

     Perú SAC, como es obvio, no tendría obligación de rescatar a otras corporaciones con problemas financieros. Por el contrario, estaría atenta a los nichos del mercado que queden desatendidos para expandir sus operaciones, siempre dentro de niveles de endeudamiento basados en tasas para tiempos de crisis, por más auge que exista en el momento de la expansión. Así por ejemplo, las crisis bancarias domésticas o internacionales ya no serían un peligro de derrumbe de la economía sino, más bien, una oportunidad para crear, o ampliar, el brazo financiero de nuestra corporación. Con Perú SAC en operaciones, no se hubiera dado la quema de US$25,000’000,000 de las divisas nacionales para evitar, infructuosamente, la devaluación en el presente, obsoleto, gobierno peruano. Las reservas nacionales serían fondos de la empresa y no dineros públicos manejados por algún banco central influenciado por lobbies de empresas privadas que le tienen pánico a las devaluaciones por estar irremediablemente endeudadas en dólares, ya sea por préstamos de bancos extranjeros o por emisión de bonos internacionales. En el mundo empresarial, si endeudas a tu empresa tienes que pagar sin buscar que ningún estado nacional te avale en momento de apuro o iliquidez. Al no haber estado, esas empresas privadas irían, como es lógico, a la quiebra y su lugar sería tomado por otras empresas, o Perú SAC.

     Tengo la vaga esperanza de contar con el oído de nuestros todopoderosos e inspirados líderes. Todo depende si la mayoría de nuestros sabios gobernantes reales no tienen demasiados intereses en que el Estado Peruano siga existiendo para continuar haciendo negocios o para conseguir su ayuda cuando sus deudas privadas los ahoguen. Misterios del evangelio según San Liberato Totalis sin Regulatus que nos cubre piadosamente hace más de 25 años de estos tiempos del Señor.

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