12 marzo 2017

Cruzada contra la Corrupción versión Odebrecht

La cruzada contra la corrupción en el mundo, como toda cruzada, siempre debe ser liderada por caballeros con espaldas suficientes para llevar puestas brillantes y pesadas armaduras, plagadas de nombres bañados en probidad de gremio empresarial y santidad sodalicia. Caballeros del sector privado empresarial que no hayan sido manchados por el virus estatal, aún en la acepción más neoliberal de la palabra. Y es que las cruzadas contra la corrupción no pueden bajar al llano llamándose luchas contra la corrupción porque podrían caer en manos de gente honesta que, en su inocente honestidad, podrían encontrar, por alguna sorpresa de la vida, algún camino transitado por dineros mal habidos que alimentan a la sociedad de las revistas de papel couché. No. Ni hablar.
Entonces imaginemos que existe un país, hipotético él, en franco proceso de crecimiento latinoamericano gracias a su producción primaria de insumos, consumo crediticio doméstico y retorno de divisas por exportaciones de medicinas no oficiales. Sin duda, en ese nuestro país imaginario todos tienen confianza ciega y seguridad democrática que la Cruzada contra la Corrupción versión Odebrecht está siendo liderada por quienes brindaron años de servicio a empresas sistemáticamente evasoras de impuestos, administraron paquetes para eludir pagos al fisco, ejecutaron operaciones financieras de sospechosa complejidad, autorizaron auditorías a pedido del cliente, apoyaron la creación de leyes que inutilizaron a instituciones reguladoras, influyeron a favor de leyes que formalizarían mineros anti ecológicos, y otras perlas por el estilo. Sin lugar a dudas la institución oficial de defensa de la ética nacional está en manos de uno de aquellos caballeros de brillante armadura. Pero que quede claro, todo los actos de los caballeros cruzados siempre recaen en lo legal, o bien cerca al menos. Al César lo que es del César.
Como imaginar no cuesta, ese nuestro imaginario país se da incluso el lujo de exportar caballeros cruzados contra la corrupción a las más transparentes instituciones defensoras de la ética del mundo. El mérito más reconocido de una de esas instituciones privadas, íntegra y libertaria, es publicar encuestas en las que grupos de jefes de empresas de cada país, incluyendo nuestro país imaginado, opinan sobre los niveles de corrupción que dicen ver a ojo de buen cubero. Así, los mismos fulanos que dirigen empresas que evaden y eluden impuestos y pasean dinero por múltiples cuentas en bancos isleño-caribeño-latino-americanos tienen al mundo como audiencia cautiva de sus cálculos. Los mismos que logran licitaciones a base de coimas, los que contratan empresas auditoras que te firman cualquier libro si pagas la factura, serían quienes dictan los porcentajes de corrupción por país. Y, siempre imaginando, la pundonorosa institución internacional, guerrera incansable por lo decente, no realiza actividad práctica alguna que ayude a meter detrás de las rejas a sus perseguidos, informar lo que le dicen que informe ya es tarea monumental.
Sin embargo, en nuestro país hipotético, la filial de la transparente institución anti corrupción y la institución privada paralela que vela oficialmente por la buena salud de la ética nacional sí tienen propuestas prácticas que vienen llevando a cabo: (1) proponen se legisle una ley, redactada por ellos, que volverá a penar los delitos ya legislados de corrupción. ¿Por qué volver a legislar lo ya legislado? Para que estén bien claros los castigos, por supuesto, ni en un país imaginario podríamos imaginar que delitos de corrupción recientes pudieran ser perdonados por caducidad de leyes. Y aquí la propuesta (2), en axiomático apostolado por la ética nacional, propone aplicar inmisericordes sanciones sociales a los empresarios corruptos; sanciones sociales que consisten en no invitarlos a vuestros gremios, no invitarlos a vuestras reuniones, no aceptarles sus donaciones a cuenta del fisco. En suma, hacerles bullying. En nuestro país de fantasía estas sanciones sociales pesarán más que condenas a cárcel efectiva para erradicar la ola Odebrecht de odiosa corrupción que está frenando a nuestro imaginario aparato productivo. Para qué molestarnos en juzgarlos si podemos aplicarles crueles y ejemplares sanciones en nuestros círculos sociales.

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