El presidente ucraniano Zelenskyy hace coro en su incesante pedido de armas con el expresidente ucraniano Poroshenko, ambos ejercen sus alcances y habilidades mediáticas y políticas para insistir al unísono en su pedido de «armas, armas, armas» como única forma de restablecer la paz en Ucrania (a sabiendas de que la deuda externa ucraniana alcanzará montos pornográficos). Aunque suene paradójico, no sería el primer premio Nobel de la paz otorgado a un presidente guerrero.
Mientras, en tierras peruanas las organizaciones políticas y gremiales siguen utilizando las malas consecuencias económicas de la guerra en Europa como si esta no existiera. Y es que el 70% de las necesidades de fertilizantes ricos en nitrógeno que se importaba de Rusia se cerró de golpe con el cerco comercial al invasor de Ucrania, ergo, los precios de alimentos producidos localmente empiezan a seguir el compás alcista de los costos de importación de alimentos que desde hace rato suben in crescendo en los mercados de commodities, incluso antes de que se sospechara de la invasión a Ucrania.
Y en el imaginario político peruano se insiste en proteger a los monopolios y oligopolios que operan orondos en el Perú. Sin ruborizarse, el Congreso usa la manida técnica del encarpetado de proyectos de ley incómodos a la intelligentzia lobista defensora del mercado oligárquico peruano. Así, a la vez que encarpeta al germen de ley que proscribiría constitucionalmente a las prácticas monopolistas, el Congreso intenta dar un carpetazo a favor de la (ansiada) vacancia del presidente del Ejecutivo. Esta vez espera lograr una vacancia técnica fabricando una acusación constitucional a Pedro Castillo por traición a la patria por sus declaraciones a medios acerca de una posible cesión de playas a Bolivia.
De lograrse ese carpetazo, algún suertudo fiscal podría suspender al presidente Castillo mientras dure la oficiosa investigación. No se oye, padres y madres de la patria, cuando la misma constitución que dicen idolatrar les dice que sería la vicepresidente Dina Boluarte la que tome las riendas hasta el final del período presidencial. No, congresistas, la señora Alva no sería la primera presidenta del Perú, ni los problemas económicos de origen externo o local se arreglarían ni una pizca.
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