28 julio 2022

Después de la lectura

Después de la lectura todo siguió como antes de ella. Nada cambió, porque el presidente hizo lo que todos esperaban y nadie deseaba: leer un recuento pormenorizado de los avances gubernamentales de su primer año, aunque no pasó desapercibido que se arrogó avances de otros, el del puerto privado de Chancay fue solo un ejemplo.

     Leyó Pedro Castillo tediosas páginas ante el tedio congresal. Las mismas páginas que ya muchos tenían impresas sobre sus escritorios (menudo desperdicio de papel). Las leyó a trompicones y con varios tonos fuera de lugar al no divisar los puntos y las comas a tiempo. Leyó sabiendo que las palabras que pronunciaba no harían mella, no provocarían, no incitarían. Y terminó con cara de quien aprueba un examen difícil con las respuestas marcadas (o creyó aprobar).

     Nada cambió, porque el presidente lector siguió siendo timorato y falto de luces. Quizás no se enteró que amenazar con no poner la otra mejilla no basta para mostrar personalidad y carácter, sólo alcanza para seguir con el papel de víctima, papel que nunca ha traído buenos resultados. Basta ver presidencias anteriores para entender lo obvio: la víctima juega un rol pasivo y concede la acción al victimario (quizás verdugo). Pésima elección la de hacer de víctima, aún dentro de las pocas luces del entorno presidencial, especialmente porque los que buscan victimarlo lo hacen en forma impersonal, siguen un protocolo validado. Y aquí lo terrorífico: los aprendices de verdugo tampoco tienen las luces suficientes, ni las polendas, para darse cuenta de lo que están haciendo; ergo, terminan ayudando a su supuesta víctima en lugar de atinarle con un solo tiro de buen francotirador (Mira cómo blindaron a un ministro de transportes, ahora prófugo, al no  censurarlo en una).

     Seguimos en la cuenta regresiva de la vacancia presidencial, del cierre congresal, o de la marcha popular. Seguimos en agria espera del qué pasara primero o después. Seguimos sin alcanzar el país pre-pandemia, ese país en el que las protestas sacaron a dos advenedizos del Palacio de Gobierno, y en el que la clase política sacó dos presidentes y cerró un Congreso. Seguimos caminando por la trocha tantas veces recorrida al borde del abismo de los intereses de grupos y personas, también tantas veces recorridos. ¿O alguien con dos dedos de frente cree que todo se soluciona con la renuncia del presidente (y vicepresidenta), o con elecciones adelantadas?

     Queramos o no, estamos obligados como nación a recorrer un largo camino para regresar, al menos, al país pre-dictadura, ese país en el que la democracia era algo participativa, y en el que las leyes electorales algún filtro ponían a los maleantes disfrazados de probidades, a los vende-sebo de los derechos repartidos con antojo medieval, a los parásitos de la eterna promesa económica. ¿O alguien todavía cree que este endémico maremágnum político se solucionará insistiendo en aplicar las mismas reglas hechas a la medida del lado ancho del embudo? Solo los locos repiten sus errores con la esperanza de obtener mejores resultados.

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